DECOR CARMELI - SANTA CRUZ DE LA PALMA (EL SALVADOR)
Texto y fotografías de José Guillermo Rodríguez Escudero
El talante abierto y apacible del imaginero Fernando Estévez del Sacramento le granjeó buenos y numerosos amigos. Su honradez profesional, reconocida por todos, le facilitó trabajo, que no sólo fue destinado a las iglesias de su isla natal, Tenerife, sino que trascendió al resto del Archipiélago, siendo La Palma la isla más favorecida por su producción gracias a la amistad que mantuvo con don Manuel Díaz, rector del templo matriz.
Así, también por la mediación de este sacerdote liberal, podemos apreciar otra bellísima obra neoclásica, de este “distinguido escultor, sobresaliente dibujante y pintor”, Nuestra Señora del Carmen, realizada en 1824, entronizada en su bello retablo de mismo estilo, en la capilla colateral de la Epístola. La actual efigie sustituyó a una imagen mariana del siglo XVIII que se traspasó a la Ermita de San Telmo de esta misma ciudad, venerada actualmente bajo la advocación de Nuestra Señora de La Luz.
La talla de la Virgen del Carmen, de madera estofada y pintada y de tamaño natural, tiene como basamento un grupo de nubes y querubines, solución ésta que se ha denominado en Canarias “imagen de gloria”. Tanto la Virgen como el Niño que sostiene en su brazo izquierdo llevan corona de plata dorada y van rodeados por una aureola de doce estrellas. La corona imperial de la Virgen del Carmen parece ser una espléndida pieza de 1666 por los portapuntas de formas complejas que integran su decoración barroca. Como la define la profesora Gloria Rodríguez: ”Es desacostumbrada su disposición tan tupida que parece la transposición de una superficie lisa con una decoración relevada”. Estas características parecen concordar con la fecha documentada en 1665, según el Libro de Cuentas de la Cofradía del Carmen, fundada en agosto de 1659.
En el lugar correspondiente al sagrario, debajo del retablo donde se venera la imagen de la Virgen, existe una hornacina de medio punto, con dovelas desiguales almohadilladas, sobre pares de columnas corintias de capiteles dorados. Allí se aloja un bello Crucificado en madera de 35 cms de altura. Es una obra del siglo XVIII cuya cruz es también de madera y remates en plata. También de plata en su color son sus potencias (de 5 x 3 cms). Están formadas por ráfagas continuas en tres tamaños que se repiten. Las más cortas con adorno de perlas, partiendo de un centro formado por tornapuntas dispuestos simétricamente.
Siguiendo con los adornos de la imagen, encontramos la media luna de plata que sobresale en su base. Su borde interior lleva una decoración estriada y pequeño querubín superpuesto justo en el centro. Es un atributo iconográfico típicamente mariano que nos recuerda la visión de San Juan Evangelista en su Apocalipsis. El adorno del angelito es habitual en el Archipiélago, aunque aquí aparece sobre la luna y no sobrepuesto, como es lo corriente. Otra magnífica alhaja de plata sobredorada, y siguiendo los textos apocalípticos de “la Mujer vestida de Sol…y con la luna a sus pies…”, está formada por doce estrellas de ocho puntas alternando con rosetas que llevan en su centro una piedra azul. Ya en las cuentas de la Cofradía figuran el costo de la plata y el pago al platero en 1757. En éstas no se especifican si también llevaban las flores intermedias, aunque su aspecto es el de un conjunto unitario.
La hermosa expresión de esta imagen nos recuerda el semblante dulce y delicado de la Virgen del Rosario, esculpida por el mismo Estévez y que se venera en la vecina iglesia de Santo Domingo. Se inclina ligeramente sobre el Niño Jesús, mientras sostiene los escapularios con su mano derecha. Toda su figura es rodeada por una aureola de nubes y rayos irregulares que le imprimen aún más espectacularidad.
Es una preciosa figura que ha suscitado una gran veneración entre los hombres de la mar que la han erigido como Patrona. Es frecuente ver mucha gente en su capilla a cualquier hora del día y en cualquier día del año. Es una escultura muy bien conseguida que tiene el poder de atracción al que la observa y que parece “irradiar luz propia”. Es una obra maestra del singular maestro Estévez.
FUENTES: RODRÍGUEZ, Gloria.
La Iglesia de El Salvador en Santa Cruz de La Palma.
FERNÁNDEZ GARCÍA, Alberto José. Puntualización al primer catálogo de las obras de Fernando Estévez.
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