La llamada Visión de la Nubecilla es un suceso que está tomado del Libro de los Reyes: "A la séptima vez dijo: Hay una nube como la palma de un hombre, que sube del mar" (1Re 18, 44). Este hecho que pone fin a la sequía es interpretado en el texto latino que figura en la cartela que sostiene el angelote como la revelación a San Elías de la Virgen Inmaculada de la que nacerá el Redentor, siguiendo la tradición eclesial. María pondrá fin a la sequía de la humanidad dando a luz el Agua Viva que lleva hasta la vida eterna.

La Visión de la Nubecilla de Luis Juárez (hacia 1585-1639) es una pintura de elegantes tonalidades en la que aparece el profeta en posición genuflexa en la cima del Carmelo, contemplando en actitud orante la nube donde se encuentra la figura de la Inmaculada. El profeta viste la indumentaria que le caracteriza: túnica y manto rústicos realizados con pieles de animales, policromados con los colores de la orden, marrón y blanco marfileño. Los tonos azulados y sonrosados se reservan para la figura de la Madre de Dios. La espada de fuego y el libro de la Ley, en el suelo, indican el celo continuo del profeta por la Palabra de Dios.

Esta pintura, salida de los pinceles de Luis Juárez para la magnífica Iglesia de los Carmelitas Descalzos de Morelia (México), es uno de los primeros temas donde aparece la figura de la Virgen en la larga tradición mariana del Monte Carmelo, relacionada con el nacimiento de la Orden, por ello es un tema muy frecuente en las iglesias y conventos carmelitas.

La tradición oficial de los ermitaños latinos del Monte Carmelo vincula sus orígenes al profeta Elías. Así aparece recogida en la Rubrica prima de las Constituciones de la Orden del año 1281. En ella se intentaba dar respuesta a los jóvenes que se acercaban a tomar el hábito y preguntaban sobre el origen de los carmelitas: "Algunos hermanos nuevos en la Orden no saben cómo responder con verdad a los que preguntan de quiénes y cómo tuvo su origen nuestra Orden. Nosotros deseamos indicarles el modo de responder en los términos siguientes. Afirmamos, para ser testigos de la verdad, que comenzando con el profeta Elías y Eliseo, moradores piadosos del Monte Carmelo, los Santos Padres del Antiguo y Nuevo Testamento, enamorados de la soledad de esta montaña, sin duda alguna, han vivido allí, cerca de la Fuente de Elías, en manera digna de alabanza, en santa penitencia, la cual manera ha sido continuada sin interrupción por una santa sucesión" (1).

Este mismo texto aparece en las sucesivas constituciones de 1294 y 1324, confirmando la tradición eliana de los carmelitas. Esta tradición era muy clara para los que habían vivido en el Monte Carmelo, así lo evidenciaba la Fuente de Elías, la Cueva de Eliseo o las celdas que sus discípulos habían ocupado y se escalonaban en las faldas de la montaña. Además estaba muy asentada en la tradición judía y cristiana de la Tierra Santa. Así lo demuestra una carta de recomendación de los prelados de Tierra Santa al papa Martín IV alegando que la Orden de los carmelitas ha existido en esta tierra "desde tiempo inmemorial" (2).

Esta sucesión es apreciada por algunos visitantes del Monte Carmelo, como Burchard del Monte Sión en el año 1281: "En el Monte Carmelo están la Cueva de Elías y la Habitación de Eliseo, donde vivieron los Hijos de los Profetas y habitan ahora los religiosos Carmelitas" (3). Este esquema de sucesión se fue repitiendo y expandiendo sin cesar, pero careciendo de la suficiente apoyatura documental. Posteriormente a las cruzadas ya se fue concretando la tradición eliana, conociendo una etapa de auge en la Edad Moderna hasta que fue analizada por la historiografía carmelitana desde finales del siglo XIX con más rigor.