LA OBRA DE ALEJANDRO CARNICERO (IV)
SAN JUAN NEPOMUCENO (VALLADOLID)

Juan Fernández Saorín


 

 

Resulta interesante la aportación de Alejandro Carnicero a la escultura barroca castellana, siendo relevante la evolución que en su obra se atisba desde el más puro barroco asimilado de su maestro José de Larra, hasta una relajación de formas y volúmenes propiciados por los influyentes aires academicistas que desde Madrid le llegaban, aplicándolos en sus últimas obras previas a su llegada a la capital de España.

Ese barroquismo no solo lo absorbió de su maestro sino que en su obra se aprecia de forma casi permanente y persistente la sombra de Gregorio Fernández. Resulta tan deudor en las formas y volúmenes de las creaciones del genio gallego que su talento queda ensombrecido por ese aspecto empeñado. Tampoco pierde de vista a los maestros de la escuela de Toro, Esteban de Rueda y Sebastián Ducete. No olvidemos que Gregorio Fernández realiza una magnífica Inmaculada Concepción para la Cofradía de la Vera Cruz de Salamanca, cofradía para la que Alejandro Carnicero realizaría, posteriormente, sus pasos procesionales, y Esteban de Rueda trabaja para la Catedral y la Parroquia de San Martín.

En definitiva, una cierta irregularidad cualitativa se muestra en los trabajos de Carnicero manifestada por dos causas fundamentales: por una parte, la acusada deuda de los modelos impuestos por las escuelas de Valladolid y Toro en la escuela salmantina, que desde principios del XVII se abría paso en el barroco español a través de escultores como Jerónimo Pérez, su hijo Bernardo Pérez de Robles, Pedro Hernández o Antonio y Andrés de Paz, que no pudieron independizarse de su gran influjo; y por otra parte, el efecto que esa ingerencia provocaba en los comitentes, limitando las cualidades creadoras de sus antecesores en general y de Carnicero, en particular. Pese a ello, entre otras creaciones, su magnífico San Miguel de Nava del Rey denuncia su destreza y habilidad para ilustrar el movimiento, a la vez de incorporar la sensibilidad napolitana.

En 1726 Carnicero recibe el hábito de terciario carmelita en el Convento de San Andrés de Salamanca. Era, por tanto, hombre muy religioso. Ese mismo año trabaja junto a José de Larra, Juan de Múgica, Francisco Martínez y Lucas Carrera en los relieves del coro de la Catedral Nueva diseñado por Joaquín de Churriguera, realizando solo los de San Lucas y San Marcos, sin duda los de mayor calidad de cuantos se llevaron a cabo.

Para la desaparecida iglesia salmantina de San Román, labra una Virgen del Rosario con Niño, un San Miguel en el año 1727, de similar factura al de la Vera Cruz para la parroquial de Alaejos (Valladolid), y una Virgen del Carmen Entregando el Escapulario a San Simón Stock, que le fue encargada en 1728.

En los primeros años de la década de 1730 Carnicero realiza los Medallones de Reyes y Conquistadores para la Plaza Mayor de Salamanca. En 1733 una enfermedad le obliga a permanecer en Valladolid, concretamente en el Hospital de Inocentes, dónde estableció su obrador y realizaría el mencionado San Miguel para la localidad vallisoletana de Nava del Rey (1736), otro San Juan Nepomuceno para el recibidor de la Orden de Malta, y todo parece indicar que el San Juan Nepomuceno que les mostramos en ese mismo año, situado actualmente en el museo de la sacristía de la Iglesia de San Miguel y San Julián de Valladolid, dotado de una elegante pose.

 

Nota de La Hornacina: Extractos del artículo "Alejandro Carnicero, Escultor y Grabador", publicado en la revista Anástasis, Cofradía de Ánimas de Cieza (Murcia), nº 8, 2010, pp. 20-33.

 

Fotografía de Juan Fernández Saorín

 

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