En el retablo de la Catedral de Coria (Cáceres) podemos encontrar brillantes ejemplos de la creación escultórica de Carnicero. Todas las esculturas que componen el retablo salieron de su gubia. La grandeza escultórica de las imágenes es tal que Salvador Andrés Ordax llega a afirmar, en su momento, que "aunque se han dedicado varios estudios a este retablo, no se ha prestado atención a lo más valioso del mismo que es la escultura".

Las imágenes fueron realizadas en el año 1747, siendo el retablo y las esculturas encargadas por el obispo José Francisco Magdaleno, que actuó como mecenas del templo, siendo policromadas por Eugenio Piti.

Las esculturas se corresponden a las imágenes de San Francisco de Paula (fotografía superior izquierda), con hábito franciscano, de rostro extasiado y barbado, se lleva una mano al pecho y la otra la muestra extendida; Santa Teresa de Jesús en el momento de su Transverberación con el ángel portando la flecha (fotografía superior derecha), representándola fielmente a la narración que realiza la propia santa española y de la que es pleno conocedor Carnicero, pues recordemos que era terciario carmelita.

También nos encontramos en el retablo a San José y el Niño con querubín (fotografía inferior izquierda) -cuyo posicionamiento recuerda a obras como el San Antonio de Alaejos (Valladolid), el San Juan Nepomuceno de Valladolid que analizamos en la entrega anterior, o la Santa Eulalia de Oviedo-, con túnica y capas recogidas sobre uno de los brazos, sujeta al niño desnudo por la axila, quedando su bracito ingrávido, y por uno de los pies. Recuerda su disposición a la serie de San José que creara Luis Salvador Carmona.

Figura igualmente San Pedro de Alcántara (Patrón de la Diócesis de Coria) con querubín (imagen inferior derecha) y en actitud itinerante, apoyado en un cayado y rostro envejecido tal y como lo describe Santa Teresa.