LA OBRA DE ALEJANDRO CARNICERO (VIII)
WAMBA

Juan Fernández Saorín


 

 

En 1743 Alejandro Carnicero realiza una Santa Eulalia de Mérida para la Catedral de Oviedo, patrona de la ciudad. Durante esta década realiza, entre otras obras, las esculturas del retablo mayor de la Catedral de Coria (1747), ya estudiadas; una Santa Tecla en la Hoguera para la Catedral de Burgos (1743), una elegantísima efigie de Santa Cecilia, junto con otras imágenes (1745-1750), para el órgano de la Catedral de León, que ya fue relacionada por Ceán Bermúdez; una Inmaculada Concepción y un San José para Moraleja del Vino (Zamora), un San Antonio de Padua para Alaejos (Valladolid) y un San Cayetano para Nava del Rey (Valladolid).

En el año 1749 Carnicero marcha a Madrid, tras ser llamado por el ministro de Estado Don José Carbajal, tal y como lo indica Ceán Bermúdez, para trabajar en el Palacio Real Nuevo, y para el que fueron llamados los mejores escultores que trabajaban la piedra, entre ellos Luis Salvador Carmona, Juan Pascual de Mena, Juan Porcel, Manuel Álvarez "El Griego", Felipe del Corral, Juan de Villanueva, etcétera.

Para el mencionado encargo del Palacio Real realiza las estatuas de los monarcas Sancho el Mayor de Navarra, Sisebuto y Wamba, que de magnífico modelado y ataviado de vestimenta romana aparenta gran personalidad y poderío físico, y en la que, como podemos observar, repite la pose clasicista del ya estudiado Cristo de La Caña, el Resucitado y de sus numerosas obras de talla completa; así como el Consejo de las Órdenes Militares y el Consejo de Castilla, dos relieves en mármol actualmente custodiados en el Museo del Prado de Madrid.

Durante el desarrollo de su profesión Carnicero tuvo como principales aprendices a Manuel Rivas, Manuel Álvarez y José Francisco Fernández. El primero entra a su taller en Valladolid en el año 1738 viniéndose con él a Salamanca. El segundo, apodado "El Griego", uno de los escultores neoclásicos, entraría a su taller una vez instalado el maestro en la ciudad del Tormes, junto a José Francisco Fernández con contrato del año 1741.

Alejandro Carnicero se comprometía, a través del contrato de aprendizaje, a enseñarles a todos ellos el arte de escultor "sin ocultar cosa alguna y a poner todos los medios para que pudiesen trabajar como oficiales a su término". En su taller también llegó a trabajar su hijo Gregorio, lo que da una idea de la fama que alcanzó y, como consecuencia de ella, la cantidad de trabajo que llegó a soportar su obrador.

 

Nota de La Hornacina: Extractos del artículo "Alejandro Carnicero, Escultor y Grabador", publicado en la revista Anástasis, Cofradía de Ánimas de Cieza (Murcia), nº 8, 2010, pp. 20-33.

 

Fotografía de Juan Fernández Saorín

 

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