LA OBRA DE ALEJANDRO CARNICERO (X)
SAN MIGUEL (Y II)

Juan Fernández Saorín


 

 

La perspectiva aportada por la fotografía superior es la que demuestra la grandeza de esta obra. El acento interpretativo de la teatralidad barroca se evapora para realizar una destacable inmersión en la naturalidad y el realismo. Tal vez sea de lo primero de lo que pequen las imágenes del arcángel realizadas con anterioridad por otros autores: su exceso en la interpretación que las conducen a lo simbólico; por no aludir a aquellas otras representaciones más estáticas en las que el Arcángel ya aparece como vencedor sobre el demonio.

Sobre el fondo plateado del escudo protector reza la leyenda Quis Sicut Deus? (¿Quién como Dios?). Viste atuendo militar romano, porta sobre su cabeza casco con forma de cabeza de león, (al igual que el soldado romano del paso de La Flagelación del Redentor y del resto de imágenes de San Miguel que Alejandro Carnicero realizó), cuyo penacho de plumas ha perdido pues éste se encuentra representado en el grabado que vimos en la anterior entrega. Lleva loriga, grebas con máscara en la parte superior y faldellín decorado y estofado ricamente con motivos vegetales y florales (fotografía inferior), al igual que el anverso de la capa que serpentea en horizontal cual bandera agitada por un viento místico esculpiendo ondulaciones de forma aleatoria y caprichosa de suaves aristas sobre el liviano tejido. El faldellín presenta dobleces en su parte inferior fruto de la resistencia opuesta del aire al posado. Lo mismo ocurre con la parte de la capa que rodea al Arcángel y que queda por delante de la loriga. Estos virtuosos y descriptivos detalles no son sino el fruto del pormenorizado estudio que el autor realiza sobre la complicada acción que representa.

Se trata de toda una plegaria profundamente sensitiva de la dinámica del movimiento. La obra deja patente en todo momento la condición, jerarquía y poder divinos del Arcángel. La grandeza de este San Miguel radica en que en ningún momento da la sensación de posado definitivo sino que, en el momento en que aseste su primer golpe, va a disponer de otro vuelo para repetir la acción, y es que el dedo pulgar de la pierna que apoya sobre Satanás no descansa sobre la suela del calzado sino que se encuentra elevado sobre el resto de dedos.

Aparece el diablo con apariencia humana dotándolo de un delicado y perfecto estudio anatómico, tal vez como denuncia a su presencia entre los hombres, si bien sus extremidades inferiores acaban en garras, pretendiendo evitar el certero golpe con su brazo izquierdo con el que pretende protegerse.

El Arcángel debió tratarse de un encargo especial por el aparente gran esmero que puso el autor en la obra. Obra destacada del barroco dieciochesco en España, se trata de una de las más personales y destacables de Alejandro Carnicero, en la que supo evadirse de ciertas ligaduras de las anteriormente preceptuadas. En la actualidad la imagen encuentra acomodo en la capilla de los González de la Iglesia de los Santos Juanes.

 

 

Nota del Autor: La realización del artículo ha perseguido, en primer lugar, aunar la dispersión de los diferentes trabajos que, en relación a Alejandro Carnicero, han visto la luz en diferentes ámbitos académicos y universitarios, y en segundo lugar dar a conocer el genio de este olvidado e importante escultor castellano del siglo XVIII, a la espera de la definitiva conclusión de la tesis que sobre Carnicero se encuentra elaborando la historiadora Virginia Albarrán Martín.

 

Nota de La Hornacina: Extractos del artículo "Alejandro Carnicero, Escultor y Grabador", publicado en la revista Anástasis, Cofradía de Ánimas de Cieza (Murcia), nº 8, 2010, pp. 20-33.

 

Fotografía de Juan Fernández Saorín

 

FUENTES

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