El venerado Cautivo de la capital cordobesa (F1), cuyo título es Nuestro Padre Jesús Nazareno Rescatado, es en realidad un Nazareno maniatado y sin cruz, de talla completa y brazos articulados, que está representado en el momento en que se dispone a iniciar el camino hacia el Gólgota. El modelo del escultor e imaginero Francisco Díaz Pacheco, quien lo esculpió en 1713, fue nuevamente el venerado Jesús de Medinaceli, de Madrid, una obra, como hemos indicado en varias ocasiones, del círculo de seguidores de Martínez Montañés, de ahí que la figura posea larga cabellera postiza y corona de espinas superpuesta. Jesús aparece estante y majestuoso, con la cabeza erguida y levemente flexionada hacia delante. La barba es abundante y rizada. El semblante, de recia belleza varonil, refleja la entrega del Varón al sacrificio a través de la resignada mirada hacia el suelo, aunque el entrecejo fruncido y los jadeantes labios delatan su angustia ante el fatal destino que le aguarda. La nariz acusa el tipo semítico y los dientes superiores se presentan perfectamente tallados. Por su condición de condenado a muerte, las manos se hallan atadas por delante del cuerpo, a la altura de la cintura; al igual que los pies descalzos, se hallan anatómicamente bien formadas, esmerándose el autor en reproducir venas, músculos y tendones. La imagen, muy querida en la ciudad, mide 168 cm de altura y suele aparecer al culto revestida con túnica morada, destacando la bordada en oro por las Madres Adoratrices (1965). Fue restaurada en 1991 por el sevillano Miguel Ángel Pérez Fernández, quien resanó sus ensambles y el anclaje de la imagen a su peana.

Interesante es la imagen de Jesús de la Humildad y Prisión, conocida popularmente como Jesús Preso en Cabra (F2). En este caso se recrea el camino de Jesús hacia la residencia del Sumo Sacerdote, una vez prendido y abandonado por sus discípulos. Observamos el detalle de la hematidrosis sufrida momentos antes de ser llevado ante Anás, en el Huerto de los Olivos. Este sudor de sangre ha sido reflejado en el rostro del Varón, enmarcado por frondosa peluca, que presenta afinidades estilísticas con otras creaciones sacras del entorno granadino adscribibles al periodo comprendido entre 1664, fecha de fundación de su cofradía -que siempre la ha procesionado en la tarde del Jueves Santo-, y 1728, año del que data una de las escrituras más antiguas de la corporación. La serena imagen viste bella túnica de terciopelo morado, bordada en oro por hermanas de la cofradía a principios del siglo XX y restaurada por las Madres Filipenses del convento sevillano de Santa Isabel (1992) a expensas de la familia Ruiz Sánchez. Lleva al cuello el toisón de oro que le concedió Isabel II, siendo una de las pocas imágenes que tienen tal distinción, entregada directamente por la Casa Real española en contadas ocasiones y con carácter vitalicio, aunque en el caso de la imagen de Jesús Preso es perpetua.

Por último, mencionar al Jesús Preso de Lucena (F3), talla que actualmente procesiona la Cofradía del Lavatorio desde la Capilla de Dios Padre de dicho municipio cordobés tras ser cedida, en el año 1990, por la familia Mora; propietaria de la misma tras pertenecer a la extinguida Archicofradía de la Paz y Santa Vera Cruz, en la que tenía altar propio desde 1700, año en que fue adquirida en Granada. Está considerada como una obra del círculo de José de Mora, siendo evidentes las influencias formales del maestro aunque se halla lejos de las calidades que éste imprimía a sus obras, lo que no quita que posea un entrañable halo devocional. Al igual que la talla egabrense, representa a Jesús en su inminente prendimiento en Getsemaní. Lleva la clásica túnica de terciopelo morado con galones dorados, así como potencias doradas, corazón cincelado en plata, y ataduras de cordón dorado y borlas artísticas. También en Lucena encontramos una efigie de Jesús de Medinaceli del artista local Pedro Muñoz de Toro y Borrego (siglo XIX), aunque muy reformada en 1995 por Manuel Luque Bonillo.