Lo comenta todo el mundo: vaya sorpresa la evolución artística tomada por Ramón Cuenca Santo (Cox, 1975) durante los últimos años. Cuando todo apuntaba a un imaginero discreto, con más fortuna en su obra civil, la voluntad y el talento demostrados últimamente lo colocan como un creador muy a tener en cuenta.

Así lo justifican obras labradas para su localidad natal, para San Pedro del Pinatar (Murcia), Almoradí (Alicante), Molina de Segura (Murcia) o Sant Joan d'Alacant (Alicante).

Siempre, eso sí, ha sido, junto al torrevejense Víctor García Villalgordo, el creador alicantino más solicitado de la nueva hornada, y en sus inicios no faltan piezas provistas de notable interés, caso de este Nacimiento (2001) en barro cocido para Callosa de Segura (Alicante), de influencias maraglianescas en su concepción.

No queremos acabar el especial -que no es como dijimos un repaso a todo lo brillante de la pasada década, sino un breve acercamiento a la evolución de la escultura sacra durante la misma-, sin homenajear a todos sus buenos artífices con el monumento en bronce al imaginero, labrado para Valladolid por Jesús Trapote.