DOLOROSAS EN BLANCO Y NEGRO - JAÉN

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

     
     

Magnífica talla, de nacaradas carnaciones, que representa a la Virgen arrodillada al pie de la cruz. Su advocación es la de la Virgen del Silencio y procesiona en el paso de misterio de la Congregación del Santo Sepulcro de Jaén, junto a las figuras del Crucificado, San Juan Evangelista y los dos Ladrones, todas ellas relacionadas con la producción de Sebastián de Solís.

Erróneamente vinculada durante mucho tiempo a la producción de Luisa Roldán, como muchas otras Dolorosas antiguas de carácter procesional, podemos relacionarla con otras efigies pasionistas de la escuela sevillana de finales del XVIII que se encuentran a medio camino entre el barroco y el academicismo, caso de la Virgen de la Soledad del municipio sevillano de Fuentes de Andalucía.

La imagen eleva la cabeza hacia la izquierda y dirige la desconsolada mirada al cielo. Sus ojos son de cristal, con pestañas postizas en los párpados superiores y sutilmente pintadas en los inferiores. Los párpados y las mejillas se muestran ligeramente enrojecidos por el llanto. La nariz es recta y los labios aparecen muy abiertos, dejando ver claramente los dientes superiores tallados.

La Virgen del Silencio lleva también como aditamento postizo cuatro lágrimas de cristal, dos en cada una de sus mejillas. La cuadratura del óvalo de María se compensa con un redondeado mentón, habiendo quedado el ancho cuello sin anatomizar. Sus manos aparecen extendidas, portando el clásico pañuelo en la derecha y el santo rosario en la izquierda.

 

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