DOLOROSAS EN BLANCO Y NEGRO - HINOJOSA
Juan Nicolau Castro
Se atribuye a Luis Salvador Carmona esta efigie de Nuestra Señora de los Dolores, patrona de la villa de Hinojosa (Guadalajara). Parece ser obra de una etapa avanzada del escultor (hacia 1745), por la simplificación de su talla y esa falta de dramatismo gesticulante que nos hace presentir el neoclasicismo. De tamaño natural, aparece sentada sobre un peñasco sin el menudo tallado que observamos en obras anteriores como las Piedades de la Catedral Nueva de Salamanca y San Martín de León o la Virgen de los Dolores de El Real de San Vicente, con la que guarda muchos puntos en común. Muestra la cabeza alzada en mudo e interrogador reproche. Se imagina al pie de la cruz, se han llevado al Hijo del que sólo han dejado los clavos y la corona de espinas que aparecen en el suelo. Un halo de tremenda soledad la envuelve y su angustia se refleja en su mirada perdida y la espada que atraviesa su pecho. La cabeza sólo deja ver el arranque del cabello castaño marcadamente partido. Nada de actitud gesticulante, ni de crispamientos, ni un músculo se descompone, lo que de alguna manera acentúa aún más su dramatismo. Cubre la cabeza con un velo o banda blanca que se recoge en la cintura, y un gran manto azul que cae por los lados suavemente y recoge, con las manos unidas, sobre las rodillas. Viste túnica de un rosa asalmonado que la cubre enteramente, dejando sólo al descubierto las hermosas manos, de dedos largos y entrelazados que abandona sobre las piernas y el pie izquierdo calzado con breve sandalia. Ofrece tal vez proporciones más esbeltas que las habituales en Carmona, pero tiene el mismo óvalo redondeado y suave, la misma nariz larga y recta, y la misma boca menuda entreabierta. El escote, un tanto bajo y que muestra ese curvado del tejido tan carmonesco, nos deja ver un cuello largo y bellamente torneado. La obra se diferencia de otras Dolorosas del escultor por su menor movimiento, por su concentración y por la naturalidad de la composición encerrada sobre sí misma que tanto la aleja de otras Dolorosas castellanas más gesticulantes, con un dolor hacia fuera en un gesto más intensamente barroco. El autor de esta Dolorosa conoce las de Juan de Juni y Gregorio Fernández, pero es una estética distinta la que ha guiado sus gubias. |
FUENTES: NICOLAU CASTRO, Juan. "En torno a Luis Salvador Carmona y la escultura de su tiempo",
en
Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología, tomo 56, Valladolid, 1990, pp. 562-568.
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