ALBERTO DURERO - OBRA SACRA
FIESTA DEL ROSARIO
04/05/2021
En el otoño de 1505, ya en su plena madurez artística y de reconocida fama por sus grabados, Alberto Durero volvió a Italia, concretamente a Venecia, donde fue recibido con toda clase de honores. Fue sin duda en este segundo viaje a Italia cuando Durero también visitó Padua y estuvo en Bolonia, ciudad en la que, según sus propios escritos, Luca Pacioli le enseñó los secretos de la perspectiva. En Venecia, frecuentó a los poderosos comerciantes germanos, fue huésped de la familia Fugger y pintó la tabla de la Fiesta del Rosario para el Fondaco dei Tedeschi, que despertó no solo la admiración del dux y de la nobleza, sino también la de los orgullosos artistas vénetos. Durante sus estancias en Venecia, Durero descubrió el sentido del espacio, un espacio que, sin olvidar la geometría de lo toscano, prefería las modulaciones venecianas de la luz y del color y la armonía de las proporciones, que tenían en la figura humana su más canónica expresión. La Fiesta del Rosario es un ejemplo de todo lo anterior, así como de la riqueza iconográfica y plástica con la que Durero entiende el motivo mariano, el cual tiene una de sus más bellas y simbólicas representaciones en este óleo sobre tabla (162 x 194,5 cm), pintado en 1506, que hoy se conserva en la Galería Nacional de Praga. Fue precisamente Jacob Fugger, integrante del Fondaco dei Tedeschi, entidad formada por comerciantes y banqueros alemanes, quien encargó a Durero esta obra para el templo veneciano de San Bartolomé. Una tabla que representa una alegoría festiva en honor de la Virgen del Rosario, que junto con el Niño Jesús, Santo Domingo de Guzmán y varios ángeles, bendicen a los fieles depositando coronas de rosas sobre sus cabezas. Todos los fieles se encuentran reunidos simétricamente alrededor de la Virgen, sentada sobre un dosel y coronada por ángeles: a la derecha, representantes del poder eclesiástico, encabezados por el papa Julio II, y a la izquierda del poder mundano, encabezados por el rey, y más tarde emperador, Maximiliano I que acaba de recibir la corona de rosas personalmente por la Virgen. Ambos dignatarios se encuentran arrodillados. Los rostros de las otras figuras presentes en la fiesta muestran también rasgos de destacados personajes retratados, aunque su identificación es difícil, en parte porque las cabezas de algunas de ellas cambiaron considerablemente durante una profunda intervención que la pintura sufrió entre 1839 y 1841 por el mediocre pintor checo Johann Gruss, intervención que afectó también a la cabeza de la Virgen y el cuerpo del Niño. Sin embargo, ningún cambio afectó al rostro del hombre que está debajo del árbol a la derecha, el propio Durero, que mira fijamente al espectador. El papel que sostiene lleva su firma y la fecha de la obra. La Fiesta del Rosario fue comprada por el emperador Rodolfo II, quien lo hizo transportar a Praga, embalado con lana, alfombras y una tela impermeable. Su primer destino fue el monasterio praguense de Strahov, donde con el tiempo fue sometido a numerosas intervenciones como la mencionada, que acabaron devastando la delicada superficie pictórica. Más tarde fue al Rudolfinum y finalmente a la Galería Nacional. |
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