TESOROS DE LA ESCUELA DE CRISTO (III)
SAN PEDRO Y SAN PABLO
Jesús López Alfonso
Siguiendo con el apartado de escultura de la Santa Escuela de la Natividad de Cristo de Sevilla, le corresponde ahora el turno a las imágenes de San Pedro y San Pablo. Ambas se encuentran colocadas en sendas repisas situadas en las esquinas que hace el muro del altar mayor con los laterales. La escultura de San Pedro está de pie, vestida con túnica marrón ceñida a la cintura que cae sobre las piernas formando amplios vuelos hasta los pies calzados con sandalias. Sobre su hombro izquierdo se asienta el manto ocre que se desliza sobre este mismo brazo; bajo él, asoma el pico de la prenda. Por su lado derecho vemos de nuevo el manto a la altura de la cintura, cruzándose por la misma. Sostiene en las manos las llaves de su primado (izquierda) y la cruz invertida de su martirio (derecha). La cabeza está ladeada a nuestra derecha, mostrando rasgos en los que se representa su edad madura, barba bífida y cabello largo que cae en amplios mechones dejando ver las orejas. La escultura de San Pablo sigue el mismo esquema que la anterior, observándose rasgos más avejentados y barba más larga que cae hasta el pecho, sosteniendo con su mano izquierda las Epístolas mientras la derecha aferra la espada de su martirio. El mantolín se encuentra policromado en ocre y la túnica en rojo. Ambas imágenes, de pequeño formato (unos 70 cm), presentan un leve estofado en oro a base de pequeñas hojas de siete puntas. Por sus características, podrían datarse a finales del siglo XVIII, no conociéndose hasta la fecha su autor, pues los lacónicos archivos de la Santa Escuela no lo reflejan. Sin embargo, están imbuidas de la estética del último gran maestro del barroco sevillano, Pedro Duque y Cornejo, por las siguientes razones:
Sin embargo, las figuras de San Pedro y San Pablo que se conservan en la Escuela de Cristo no presentan ni la finura y delicadeza de rasgos que imprimía Duque Cornejo a sus esculturas; ni la teatralidad de sus expresiones, tanto la facial como la corporal; ni tampoco la calidad en general que tienen las mismas. Por todo ello, como he dicho antes, cabría asignarlas a un seguidor tardío de las formas del maestro sevillano. |
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