El Cristo de la Expiración del templo de los santos mártires Fabián y Sebastián, en la localidad extremeña de Brozas (Cáceres) permanece todavía sin documentar. Tan solo tenemos la referencia bibliográfica recogida por Escobar Prieto que lo sitúa en torno al año 1584 y que dice fue costeado por Íñigo Argüello Carvajal Alvarado.

Por la ampulosidad de su concepción y el conjunto de sus rasgos estilísticos, esta escultura denota ser obra debida al escultor Lucas Mitata (hacia 1525-1598), vecino quizás de la localidad de Benavente (Zamora) y seguramente con ancestros italianos. No hay temor alguno en la atribución, pues se repiten los mismos detalles técnicos e iconográficos de los crucificados del Hospital de la Pasión de Ciudad Rodrigo, del retablo de Fuenteguinaldo y de la ermita del Cristo del Bodón, todos ellos en la provincia de Salamanca.

En todos ellos las analogías resultan ostensibles, a la vez que denotan cierto conocimiento y asimilación de la obra de Juan de Juni en la expresión dramática de los rostros, la inclinación de la cabeza, la corpulencia atlética de los torsos, el estudio anatómico, la pequeñez del paño de pureza y las proporciones de los miembros, resultando brazos y piernas pequeños en comparación con el torso.

El dramatismo del rostro ofrece el inconfundible sello de Lucas Mitata, con la cabeza inclinada hacia la derecha, el cabello resuelto mediante amplias ondas, los rizos más suaves y ligeros de la barba que permiten prolongar el rostro, las cejas arqueadas hacia la frente, las grandes órbitas oculares que muestran poderosos ojos con la mirada elevada ostentosamente y la boca abierta, casi desencajada, mostrando todos los dientes y la lengua, lo que contribuye a acentuar el patetismo de su trágica expresión.

La encarnación del Cristo de la Expiración, aunque restaurada en más de una ocasión, no ha ocultado la excelente labor escultórica realizada por Lucas Mitata.