FLAGELLAVIT (V)
ZARAGOZA

Con información de www.columnaz.org


 

 

El Atado a la Columna de la Iglesia de Santiago, en Zaragoza, es una obra del escultor zaragozano José Julio Bueno Gimeno (1884-1957), realizada entre 1946 y 1949. Corresponde a la última época del autor, uno de los más destacados valores de la escultura aragonesa de la primera mitad del siglo XX, quien ya tenía las medallas de oro, plata y bronce de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, así como numerosas obras realizadas.

La escultura se realiza en Madrid, ciudad donde el artista vive desde el año 1924. No pudo ser expuesta, una vez concluida, en el madrileño Círculo de Bellas Artes, como le correspondía a Bueno por ser Medalla de Oro, al no celebrarse ese año el certamen. El 25 de marzo de 1949 tiene lugar su exhibición en el Palacio de la Lonja de Zaragoza. La prensa y crítica recoge el momento y supone todo un acontecimiento artístico.

Desde un primer momento, la crítica ha valorado muy positivamente esta efigie, que ha sido incluso comparada por algunos estudiosos con la imaginería barroca castellana del siglo XVII, aunque es evidente que no existe relación alguna con dicha escuela. Sin embargo, al principio, tan transgresora imagen fue incomprendida por el público, que encontró extraña la representación de la Flagelación sin sayones ni romanos y que el Cristo fuese de tamaño mayor del natural. Esta perplejidad inicial dio paso progresivamente a una mayor aceptación hasta convertirse actualmente en una de las tallas más queridas y admiradas de la Semana Santa zaragozana.

Conocemos al menos dos bocetos distintos de la obra, ambos en escayola: el primero, muy tosco con los detalles apenas modelados y una composición menos dramática y pretenciosa que la definitiva, es propiedad actualmente de la cofradía por donación de Mario Bueno, hijo del escultor; el segundo, mucho más trabajado, capta la idea definitiva y preconiza lo que será la obra, con el cuerpo lanzado hacia delante con dramatismo, apoyándose en la pierna derecha. Su modelo no es ninguno de la imaginería española del barroco; más bien estaría tomado de algún clásico modelo profano que el escultor captaría durante su estancia en Roma.

La talla, que costó 70.000 pesetas, es de madera de aliso y grandes proporciones (190 x 100 x 55 cm). Está patinada en ceras y barnices, matizando al menos tres tonos diferentes al resto del cuerpo: en el cabello, el paño de pureza y las laceraciones, y con un ligero toque de policromía y color en el rostro.

Es la imagen de un hombre joven con el torso doblado y desnudo, que aparece atado a la columna clásica truncada y situada en la espalda, quedando por encima de la cabeza una cuerda natural que sujeta fuertemente al brazo izquierdo y el antebrazo derecho. Todo el cuerpo se apoya sobre la pierna derecha flexionada; la izquierda no se apoya en el suelo y está echada hacia atrás. El tronco está inclinado hacia delante en una forzada actitud de caída que sólo las ligaduras impiden. El barbado rostro, con los ojos y la boca abiertos, presenta una expresión dramática acorde con el momento.

Es una magnífica talla en la que se aprecia un sentimiento formal clásico, labrada a la manera miguelangelesca con un buen conocimiento de la anatomía, exagerada por el autor para conseguir el efecto deseado. El concepto dramático de este angustioso momento lo consigue el artista con un violento movimiento de todo el cuerpo de Jesús, que cae hacia delante, debilitado, tras sufrir el suplicio. Representa, pues, el instante en que ha finalizado el castigo. Es una imagen del más puro realismo idealizado, concebida como paso procesional para conmover a quienes lo contemplan desde abajo y provocar en ellos una sensación de angustia y desasosiego.

La pieza pertenece a la cofradía penitencial del Señor Atado a la Columna, que procesiona por las calles de Zaragoza otros dos simulacros sobre el tema: uno de pequeño tamaño (imagen inferior izquierda, 86 cm de altura) que el historiador Ernesto Arce Oliva fecha en torno al año 1600, y otro del escultor e imaginero murciano José Hernández Navarro (imagen inferior derecha, 1998) que forma un grupo escultórico con un soldado romano, un sayón que lo azota y otro en actitud burlesca hacia Cristo.

 

 

 

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