EL GRECO. IV CENTENARIO (XVII)
EL TRÁNSITO DE LA VIRGEN
Con información de José Álvarez Lopera
Hasta el año 1567, El Greco trabajó en su Creta natal como pintor de iconos a la manera postbizantina. Hacia los veinte años de edad debió de alcanzar ya el rango de "maestro pintor" y consta que gozaba de una fuerte reputación. Las escasas obras que conocemos de ese periodo muestran que, ya desde el principio, se sintió a disgusto dentro de la estrechez de límites que le imponía la "maniera grieca". Sin embargo, tales obras (solo hay tres seguras) solo participan en lo esencial de los modos de la escuela cretense de la época, y sus audacias (uso de motivos formales tomados en préstamo de grabados occidentales, colocación en perspectiva de algún elemento, figuras dotadas de un cierto grado de movimiento y naturalismo) son solo perceptibles a los especialistas, ya que los esquemas compositivos que El Greco utilizó seguían siendo los tradicionales, heredados de la época de los paleólogos. Restaurado en el año 1983, este temple al huevo sobre tabla (62,5 x 52,5 cm) es la primera obra segura atribuible a la época cretense del pintor, antes de su marcha a Venecia en el año 1567. El descubrimiento de la firma de El Greco, escrita con caracteres griegos mayúsculos en la base del refinado candelabro en primer plano, ha permitido la atribución de otras pinturas de este periodo, como San Lucas retratando a la Virgen con el Niño y la Adoración de los Reyes (imagen inferior), del Museo Benaki. La iconografía del Tránsito o Dormición, acompañado de la Asunción, sigue una fórmula ya presente a finales del siglo XV en ejemplos del pintor griego Andrea Ritzos y su taller. La escena tiene lugar ante un bastión con dos torres y una puerta. El cuerpo de la Virgen María, tendido en un lujoso catafalco, está rodeado de apóstoles, padres de la Iglesia y mujeres, que recitan oraciones fúnebres y lloran. En lo alto, ante un fondo de oro, aparecen los apóstoles, a escala reducida y de medio busto, para recordar que volvieron a reunirse en el huerto de Getsemaní procedentes desde los más remotos confines del mundo. La figura de Cristo, inclinada sobre el cuerpo de su madre, acoge su animula. Unos bellísimos ángeles, que han perdido su color originario pero están nítidamente delineados en una mandorla dorada, rodean a la Virgen y la miran mientras asciende al cielo. En el centro del cuadro, conservado en la catedral homónima de Hermúpolis, capital de la isla griega de Siros, el Espíritu Santo irradia luz divina. La pequeña figura de la Asunción es acompañada por Santo Tomás, que, arrodillado, recibe el santo cíngulo; es decir, el cinturón que ceñía los costados de la Virgen. Según cuenta la leyenda, el incrédulo apóstol, tras haber dudado de la Resurrección de Cristo, expresó también dudas sobre la Asunción de María, que le habría entregado el cíngulo desde el cielo, para volver a verlo. La composición, pintada entre 1565 y 1566, retoma modelos bizantinos creados en los talleres cretenses de los siglos XV y XVI, pero ha perdido la antigua rigidez para crear un escenario vivaz de gestos y movimientos subrayados por la luz e inspirados en estampas renacentistas italianas. El pintor introduce elementos originales, como la postura inclinada y afectuosa de Cristo, generalmente representado en actitud erguida y frontal. |
FUENTES: AA.VV. El Greco, vol. 5 de la colección "Los Grandes Genios del Arte",
publicada en el año 2003 por Corriere della Sera, Milán (Italia), pp. 74-75.
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