BENITO DE HITA Y CASTILLO. TRICENTENARIO (VIII)
SAN JUAN EVANGELISTA
Con información de Jesús Abades y Sergio Cabaco
En una época en que Sevilla se hallaba huérfana de escultores, pues el taller de Pedro Roldán seguía ofreciendo fórmulas reiterativas y Pedro Duque Cornejo repartía su vasta producción por tierras de Madrid, Córdoba y Granada -ciudad a la que nuestro escultor viajó varias veces durante su juventud para el cobro de una herencia, conociendo de paso las realizaciones que el granadino Torcuato Ruiz del Peral y su maestro Duque Cornejo ejecutaban en esa ciudad-, Benito de Hita y Castillo se convierte en el artista que da un nuevo avance en el barroco hispalense, conforme a los postulados artísticos del siglo XVIII. De esta forma, Hita se recreará en lo efímero y pasajero que existe en toda acción y gesto, estudiando las posturas, ensayando diagonales y los escorzos, de modo que las figuras están en permanente estado de tensión y esfuerzo inmenso, caso del San Sebastián para la Sacramental de Santa Catalina, una escultura barroca en la plenitud de las formas, con un dibujo conciso de atléticos volúmenes. El estilo de Hita supone, además, el triunfo absoluto de lo sutil e íntimo, del color y el matiz, e incluso de la sensualidad y el sentimiento. Hita posee una abundante producción escultórica, principalmente dirigida a hermandades y parroquias del antiguo Reino de Sevilla. Curiosamente, su obra más famosa, realizada en 1760, es el San Juan Evangelista que procesiona la cofradía sevillana de de Nuestro Padre Jesús del Silencio en el Desprecio de Herodes. El magistral simulacro que forma con la venerada Dolorosa de la Amargura, recreado con ciertos ecos pictóricos, acierta plenamente a la hora de representar a la Virgen anhelando encontrar a su Hijo camino del Monte Calvario -en la llamada "Calle de la Amargura", como nos recuerda la propia advocación de la Virgen-, dando la impresión de que la imagen mariana camina ante las indicaciones del Discípulo Amado. Según un inventario de bienes de la hermandad, en 1708 poseía un San Juan Evangelista "de cabeza y manos", pero esa figura no parece coincidir con la actual salvo por su condición de imagen de candelero; provista, en el caso de la que nos ocupa, de un cuerpo abocetado y pintado de color gris, con la cabeza y las manos bien terminadas y encarnadas. Su altura total es de 179 cm. Este San Juan deriva del modelo realizado por Juan de Mesa para la Cofradía del Gran Poder (1620), otorgando Hita un mayor movimiento y valentía expresiva al simulacro. Desde sus orígenes, además, ha sido un modelo para otras tallas penitenciales de las mismas características, dentro y fuera de la capital hispalense. Incluso por una vaga semejanza con el perfil y con el corte de cara de este Evangelista, se atribuyó a Hita la popular Virgen de la Esperanza Macarena. Dos años más tarde de la ejecución del santo, alejado del patetismo barroco, Hita modificaría la posición de la Virgen de la Amargura -cuyos labios, entreabiertos, expresan un callado diálogo con San Juan- y le labraría nuevo candelero para acentuar su integración con el apóstol. La efigie de San Juan Evangelista, concebida por su autor itinerante y en calmada y reposada actitud, ha sufrido casi las mismas restauraciones que la Dolorosa: en 1832 Juan Bautista Petroni le recompuso los brazos; el escultor Antonio Susillo la restauró y le hizo manos nuevas en 1983, como consecuencia del incendio que sufrió ese mismo año el paso de palio en la plaza de San Francisco -en el intento de arrancarlo de la peana, para que no fuese abrasado por el fuego, acabó con las manos desprendidas, una de las piernas rota a la altura del tobillo y con grandes deterioros de la talla-; Sebastián Santos Rojas la restauró entre 1932 y 1933, y nuevamente en 1941, tras permanecer oculta durante la Guerra Civil; su compañero Francisco Buiza Fernández también la restauró en dos ocasiones, 1972 y 1982, con el fin de reparar el cabello y los pies, así como lagunas de policromía y leves desperfectos en el rostro y otras zonas; por último, los restauradores Isabel Poza Villacañas y Joaquín y Raimundo Cruz Solís, en 1996, consistiendo principalmente su actuación en consolidar la estructura de la talla y llevar a cabo una limpieza integral de la policromía. En torno a 1760 y 1765, Hita realizó una pareja de soldados romanos, apodado uno de ellos El Tuerto, para el paso de misterio de la cofradía de la Amargura -que como hemos apuntado representa a Jesús despreciado por Herodes-, a la que estaba muy vinculado pues desde 1733 se inscribe en la Sacramental de San Juan de la Palma, participando activamente en sus cabildos, y a partir de 1760 adquiere una casa frente al templo sevillano, entre la Casa de los Artistas y la calle Viriato que hace esquina. A pesar de ser muy celebrados en su tiempo, uno de los romanos fue suprimido en 1896 y el otro, presumiblemente, en 1919. Por último, Hita también realizaría en 1763 para dichas andas dos ángeles mancebos, que por la descripción de Bermejo y fotografías antiguas, sabemos que estaban arrodillados y llorosos. Ambos desaparecieron en 1936, al igual que otra espléndida obra de Hita: el grupo de la Virgen de las Maravillas con el Niño y San Juanito (1739) que recibía culto en San Juan de la Palma, iglesia donde Hita fue enterrado al ser vecino de su collación. |
Fotografías de Roberto Villarrica para www.fotoscofrades.com
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FUENTES: GARCÍA DE LA CONCHA DELGADO, Federico. "Benito de Hita y Castillo", publicado en Arte y Artesanos de la Semana Santa de Sevilla, obra editada por El Correo de Andalucía, volumen III, 2000; GARCÍA ROSELL, Carmen. "Virgen de la Amargura", publicado en De Jerusalén a Sevilla. La Pasión de Jesús, obra editada por ABC, volumen IV, Sevilla, 2005; AA.VV. Amargura, la Hermandad de San Juan de la Palma, Sevilla, 2008, volumen II; AA.VV. Sevilla, Arte en las Hermandades de Sevilla, Sevilla, 1986. |
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