JAPÓN: ARTE Y CULTURA (IV)
LOS BUDAS JAPONESES
Jesús Abades y Sergio Cabaco
Con la dinastía Asuka (552-645 después de Cristo) llega a Japón el budismo, introducido desde Corea. El príncipe Shōtoku, regente del Yamato en nombre de su tía, la emperatriz Suiko, lo adopta como religión oficial. Estatuillas de Buda llegan del exterior y empiezan a producirse también en Japón, convirtiéndose en modelo iconográfico del arte japonés posterior. La escultura del periodo Asuka, en el que también apareció el sintoísmo (religión de carácter animista) es muy importante y está inspirada en modelos chinos de la época de las Seis Dinastías. Shōtoku tenía a su servicio al escultor Tori, principal representante de un arte más bien geométrico y decorativo, y autor de los relieves en bronce dorado de la Tríada de Buda del Hōryū-ji (623 d.C.). Otros escultores del periodo Asuka más naturalistas acusan influencias coreanas y todos ellos trabajan indistintamente el bronce, el barro y la madera. En relieve o de bulto redondo, las hieráticas figuras de Buda se atienen a un estricto frontalismo y sonríen enigmáticamente al espectador. Son efigies de Buda o bien de bodhisattvas que, en Japón, toman personalidad y nombre propios, como Miroku (bodhisattva Maitreya), y sobre todo Kannon, que recibe diversas advocaciones (Kudara Kannon, Nyoirin Kannon, Yumedono Kannon), y no es otra que la Kuan Yin china, transposición a su vez de Avalokiteshvara (India). Algunos de estos seres divinizados rompen la simetría y adoptan posturas más libres en su meditación, con la pierna derecha doblada y apoyada sobre la rodilla izquierda, mientras acercan la mano derecha a su rostro. Durante el periodo Nara (710-794) se copian las imágenes búdicas tang realizadas en bronce, barro cocido o madera revestida de laca o de yeso policromado. Se diferencian de sus modelos chinos en la tendencia al realismo que, desde esta etapa, acusan los artistas japoneses, aunque estilicen las figuras para dar a Buda un aire solemne e imperturbable. Pese a todo, se aprecia más el gusto realista en ciertas figuras muy expresivas de guerreros con aspecto feroz. La escultura de las épocas Heian (794-1185) y Kamakura (1192-1338) copian también al principio las formas tang, no sólo en sus budas austeros, duros e imponentes, sino también en la iconografía sintoísta a que se aplican. Jōchō fue un escultor clasicista del siglo XI, de gran renombre (el emperador le otorgó la nobleza), que dio normas para su arte, seguidas por numerosos discípulos. En madera se tallaban divinidades de aspecto terrible, cuya misión era espantar a las fuerzas maléficas. El afán exagerado de expresividad, así como la producción en serie, llevó a una progresiva pérdida de vigor en el realismo y en los valores plásticos, suplantados por el preciosismo en el detalle y la estilización, tanto en la labra como en la decoración policromada y dorada. A partir de entonces, en los subsiguientes periodos históricos, casi no se producen renovaciones en la escultura. Durante el periodo Momoyama (1568-1603) su aplicación fue, además muy limitada: en lo religioso, junto a las estatuas búdicas, hay bellas efigies de monjes zen; en lo profano, se cultiva un exagerado expresionismo, que en ocasiones llega a efectos grotescos en las máscaras para los actores del Nô, el teatro lírico que había tomado auge desde el siglo XV. Ni siquiera durante el crucial periodo Tokugawa (1603-1868) tuvo lugar transgresión alguna, siguiendo los escultores practicando el expresionismo de las máscaras Nô, caído en fórmula y rutina. Ello no quiere decir que no se realicen piezas de exquisita calidad, caso de Asinaga, el de las Piernas Largas con una Olla en la Mano, un bronce del siglo XVIII que se conserva en el Museo Guimet de París. |
"Perdido en un mar de pensamientos incoherentes, buscando algo que le permitiera vivir desde el día siguiente y la manera de obrar frente a ese inexorable destino que tanto le deprimía, el sirviente escuchaba, abstraído, el ruido de la lluvia sobre la Avenida Sajaku. La lluvia parecía recoger su ímpetu desde lejos, para descargarlo estrepitosamente sobre Rashòmon, como envolviéndolo. Alzando la vista, en el cielo oscuro veíase una pesada nube suspendida en el borde de una teja inclinada." (Rashomon, Ryunosuke Akutagawa). |
FUENTES: A.A.V.V. "El Arte Japonés", en África, América y Asia, Barcelona, 1998, pp. 221-240.
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