Cuando Osamu Tezuka (1928-1989), el padre de la moderna narración gráfica japonesa, comenzó a dibujar mangas en el año 1961, seguro que no era consciente de la influencia que acabaría teniendo su trabajo, a su vez muy influido estilísticamente por Disney y los hermanos Fleischer.

Sin Osamu Tezuka no existiría el anime japonés tal y como es ahora: un rentabilísimo mercado generador de millones de yenes cuyo asentamiento industrial ha permitido que Japón sea el único país del mundo donde la animación es considerada una forma de expresión tan válida como el cine de imagen real para contar todo tipo de historias, dirigidas tanto a adultos como a niños.

Las diez siguientes creaciones constituyen varios de los más gloriosos frutos creativos germinados durante las últimas décadas en esta particular región de los dibujos animados. Algunas de ellas constituyen las películas más contundentes, emocionantes y conmovedoras que jamás se han filmado sobre el género que abordan:

La Tumba de las Luciérnagas (Isao Takahata, 1988)

Obra maestra de su autor y una de las mejores películas de la historia. Basada en hechos reales, la trágica historia de los hermanos Seika y Setsuko en el desolado Japón de la Segunda Guerra Mundial alcanza cotas de emotividad no aptas para sensibilidades extremas, que esconden a su vez un desgarrador grito antibelicista.

Samurai Champloo (Shinichirô Watanabe, 2004)

Una de las mejores series de animación japonesas, con influencias de Akira Kurosawa y Kenji Mizoguchi, que fusiona el Japón más tradicional con el contemporáneo. Yakuzas, shamisen, hip-hop, peleas, cantos de sutra y diálogos formidables se entremezclan en la historia de tres entrañables personajes que buscan al samurái que huele como los girasoles.

La Princesa Mononoke (Hayao Miyazaki, 1999)

Esta sensacional obra de Hayao Miyazaki, gigante de la reciente animación japonesa, fue en su día la película más taquillera de Japón. Junto al extraordinario trabajo de animación, la desbordante imaginación y la cuidada banda sonora, destaca el mensaje ecológico del autor, pocas veces tan contundente como en esta pieza.

Neon Genesis Evangelion (Hideaki Anno, 1995-1996)

Serie de culto que marcó un hito en la animación japonesa de los 90 y ha conocido varias revisiones y reversiones; la última, este mismo año 2011. Su trillado argumento (luchas de humanos contra las máquinas) está cargado de profundidad en sus planteamientos, notablemente influidos por el existencialismo religioso de Kierkegaard.

Mi Vecino Totoro (Hayao Miyazaki, 1988)

De nuevo Miyazaki para contar, con ritmo pausado y relajado, una historia contemplativa en la que su sensibilidad, reflejada a través de la belleza de los bosques nipones (de nuevo el mensaje ecológico), se funde con una extraña mezcla de sintoísmo, budismo y cuentos tradicionales. Totoro es, además, la imagen de los míticos Estudios Ghibli.

El Verano de Coo (Keiichi Hara, 2007)

Película ejemplar en todos los aspectos; esencial para transmitir a la infancia los valores de la humanidad, la amistad, la ternura, la bondad y el amor por la Naturaleza. El mensaje de Hara, nada que envidiar al de Miyazaki, busca la reflexión sobre el daño que los humanos causamos a los animales o a quienes no son de nuestra raza.

Black Lagoon (Sunao Katabuchi, 2006)

Puro cine negro que rebosa adrenalina. Drogas, mafias, mercenarios, tiroteos salvajes, chicas en pie de guerra (más que los chicos), explotación humana, fantasmas del pasado, aprendizaje con golpes y supervivencia en entornos hostiles conforman una serie cuyo nivel de violencia es parejo a un extremo lirismo, evocando al mejor Martin Scorsese.

Ghost in the Shell (Mamoru Oshii, 1995)

Adaptación de un manga futurista que enfrenta a una cyborg con una peligrosa entidad virtual (El Señor de las Marionetas) y plantea, con intranquilizantes cuestiones a lo Blade Runner, la verdadera naturaleza de la identidad humana. Conoció una segunda parte igual de brillante, también varias versiones y reversiones, e incluso una versión 2.0.

Memories (Kôji Morimoto, Tensai Okamura y Katsuhiro Ôtomo, 1995)

Largometraje formado por tres historias cortas (Rosa Magnética, Bomba Fétida y Carne de Cañón) de Katsuhiro Ôtomo, creador de una de ellas y supervisor de todo el conjunto. Las tres con magníficos guiones y apabullante perfección técnica, aunque nosotros nos quedamos con la diva fantasmal en la Rosa operística de Morimoto.

Akira (Katsuhiro Ôtomo, 1988)

Neo-Tokyo, megalópolis construida sobre la antigua Tokyo, es el escenario de esta frenética historia futurista en la que dos amigos se involucran en una trama militar destinada a crear un letal ejército de telépatas. Rodada en 70 mm, esta espectacular obra abrió el desembarco de las creaciones niponas en Europa y América.

Recomendamos también Hiroshima (Mamoru Shinzaki y Kazuo Tomisawa, 1983), Pompoko (Isao Takahata, 1997), Porco Rosso (Hayao Miyazaki, 1992), Ponyo en el Acantilado (Hayao Miyazaki, 2008), Robot Carnival (antología de una decena de cortometrajes de varios autores, 1987), El Castillo en el Cielo (Hayao Miyazaki, 1986), Nausicaä del Valle del Viento (Hayao Miyazaki, 1984), la serie Devil May Cry (Shin Itagaki, 2007), Royal Space Force (Hiroyuki Yamaga, 1987), 5 Centímetros por Segundo (Makoto Shinkai, 2007), Susurros del Corazón (Yoshifumi Kondô, 1995), la serie El Perro de Flandes (Yoshio Kuroda, 1997), xxxHolic: El Sueño de Una Noche de Verano (Tsutomu Mizushima, 2005), Urotsukidôji. La Leyenda del Señor del Mal (Hideki Takayama, 1989), Metrópolis (Rintaro, 2001), la serie Love Hina (varios directores, 2000), Perfect Blue (Satoshi Kon, 1997), El Castillo Ambulante (Hayao Miyazaki, 2004), Recuerdos del Ayer (Isao Takahata, 1991), Nicky. Aprendiz de Bruja (Hayao Miyazaki, 1989), la serie Lupin III (Hayao Miyazaki, Isao Takahata y Masaaki Ôsumi, 1971-1972), Blood: El Último Vampiro (obra inacaba de Hiroyuki Kitakubo, 2000), y por supuesto El Viaje de Chihiro (ver enlace), entre muchas otras obras.