MES DE JUNIO 2013 - FIDES SANCTI REGNI
ANGUSTIAS
Sergio Cabaco y Jesús Abades
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Esta magnífica pieza escultórica, labrada en madera y telas encoladas y policromadas, muestra a la Virgen de las Angustias sosteniendo en sus rodillas el cadáver del Hijo, con la cruz vacía al fondo. Ambas figuras, de cuidada composición y devota expresividad, muestran los modelos fisonómicos de José de Mora; de hecho, es una obra de principios del siglo XVIII adjudicable al círculo del maestro granadino. La madura Dolorosa inclina la cabeza hacia el lado derecho para dirigir su mirada al rostro de Cristo muerto. Los ojos son de pasta vítrea, con pestañas postizas en su parte superior y pintadas. Lleva seis lágrimas de cristal; tres en cada mejilla, en alusión al pasaje de la Piedad o Sexta Angustia de María que escenifica. La nariz es alargada, y la boca, entreabierta, permite ver en su interior la lengua y la dentadura talladas. Se añade un detalle singular en la iconografía al representar a la Virgen con las manos cruzadas sobre el pecho, recordando al modelo granadino instaurado por José de Mora en la Virgen de la Soledad; en lugar de sostener con ellas el cuerpo inerte de Jesús. La efigie, como hemos apuntado, es de talla completa, presentando la túnica y el manto modelados en tela encolada y policromados en tonos jacinto y azul, respectivamente. Respecto a la hechura de Cristo, carente de advocación, presenta una curiosa disposición de la cabeza como consecuencia de las tensiones post-mortem, ya que aparece rígida y ladeada hacia la derecha, como si una mano invisible la sostuviera. El rostro se halla enmarcado por cabellera pegada al cráneo. Muestra el gesto dolorido por los tormentos padecidos en vida, ojos cerrados, nariz larga y afilada, y boca abierta que también muestra su interior anatomizado. El cuerpo es fibroso, con notable descripción de músculos, huesos y tendones; observándose rigideces en los brazos, alineados con el cuerpo, y en los dedos de las manos. Su vientre queda rehundido y las piernas conservan la flexión de la postura adoptada en el madero. El sudario es una banda horizontal de menudos pliegues, ceñida con varias vueltas a las caderas. A diferencia de la palidez de la Madre, sus carnaciones son aceitunadas, con abundancia de sangre, llagas, cardenales y livideces cadavéricas. El grupo, procedente del desaparecido Convento de San José (Carmelitas Descalzas), al que llegó en el año 1720, procesiona en el cortejo de la cofradía jiennense del Cristo de la Buena Muerte sobre trono labrado en el taller del artista malagueño Francisco Palma Burgos. Fue ejemplarmente restaurado por el Instituto de Conservación y Restauración de Obras de Arte (ICROA) en el año 1983. Mención especial merecen los dos dramáticos y magistrales querubines plañideros que portan pañuelos para enjugar su llanto, así como instrumentos de la Pasión (el martillo y las tenazas empleados en la Crucifixión y el Descendimiento, respectivamente; ambos cincelados en metal plateado), y flanquean al conjunto. Consideradas tallas anónimas del siglo XVI, a nuestro juicio vemos más acertada su catalogación en el Setecientos. |
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