Este piadoso simulacro alude al momento en el que Jesús fallece crucificado en la cruz ante la presencia de su madre, que le contempla desde el suelo inmersa en un profundo desaliento. Así, la imagen de la Virgen Dolorosa adquiere en su fisonomía y actitud la máxima representación del dolor y del sufrimiento.

Su rostro se dirige hacia la zona superior, donde se sitúa el crucificado, mostrando en su expresión, en sus ojos llorosos, su entrecejo fruncido y sus labios de desaliento, un grave sentimiento de desesperación. Este expresionismo es retomado en sus manos, unas manos crispadas y retorcidas.

La talla de la Virgen de la Soledad muestra semejanzas con los arquetipos iconográficos sevillanos del siglo XVIII. La delicadeza y elegancia de sus rasgos faciales, así como la encarnadura extraordinariamente pálida, son elementos que coinciden con los prototipos formulados por Gabriel de Astorga, a quien tradicionalmente se ha atribuido.

Fue el escultor e imaginero Luis Álvarez Duarte quien la relacionó con el círculo de Gabriel de Astorga y la dató hacia 1850. En lo que respecta a su morfología, afirmó que era una imagen de candelero para vestir -al igual que la Dolorosa de tamaño inferior del natural que se venera en la colegial sevillana del Divino Salvador, obra también relacionada con el artista y su círculo-, pero a la que después se le incorporaron telas encoladas que le hicieron recordar a Duarte las creaciones de otro gran maestro de la imaginería, Cristóbal Ramos, y sus dolorosas de terracota y lienzo encolado.

De hecho, observando fotografías anteriores a la profunda remodelación efectuada en 1952 por el artista onubense Joaquín Moreno Daza -que intervino en su policromía y enriqueció con estofados sus ropajes, no pareciendo que retallara rostro y manos como bien ha apreciado recientemente el historiador Juan Manuel Moreno Orta-, vemos unos caracteres más cercanos a los modelos de Cristóbal Ramos y su escuela a la hora de tratar el tema de la Mater Dolorosa arrodillada y con la mirada elevada al cielo.

No hay que descartar en todo caso que Gabriel de Astorga pudiera inspirarse en las obras de Cristobal Ramos, quien además fue el maestro de su padre, Juan de Astorga. Existe también un caso documentado en el que Gabriel copió una escultura anterior: la Virgen de las Fiebres, tallada hacia 1570 por Juan Bautista Vázquez el Viejo (Parroquia de la Magdalena, Sevilla) y encargada en 1842 por el entonces obispo de Puerto Rico, Fray Pablo Benigno Carrión de Málaga, imagen que se conserva actualmente en el seminario de San Juan de Puerto Rico y que Margarita Estella hasta duda de que sea de un original coetáneo de Vázquez el Viejo debido a su fidelidad.

La imagen de la Virgen de la Soledad fue titular de la llamada Hermandad del Campo Santo, cuya sede estaba en la capilla del cementerio de La Palma del Condado. Al menos desde 1949 consta su vinculación con la Hermandad del Cristo del Perdón, fundada un año antes.

Actualmente, es titular de la Hermandad del Santísimo Cristo del Perdón, María Santísima de la Soledad, Nuestra Señora de la Amargura, Ánimas Benditas del Purgatorio, Santa Ángela de la Cruz y San Sebastián Mártir, cuya sede se encuentra desde el año 2000 en la Ermita de San Sebastián. El Cristo del Perdón y la Virgen de la Amargura fueron tallados por Álvarez Duarte, de ahí la estrecha vinculación de este artista con dicha corporación.

De nuevo dejamos constancia de la necesidad de una adecuada labor restauradora a la Virgen de la Soledad que nos devuelva sus valores plásticos originales, perfectamente recuperables y ocultos tras los retoques efectuados por Moreno Daza, en opinión de Moreno Orta. Ello permitiría, además, con las técnicas actuales de restauración, un mayor conocimiento acerca de su paternidad artística y su cronología.