MATER DOLOROSA - PEDRO DE MENA
DOLOROSA (SEVILLA)

26/09/2024


 

 
 
Foto: Damian Entwistle

 

Esta Dolorosa del Museo de Bellas Artes de Sevilla (MBASE) forma parte de la colección donada a dicha institución por Rafael González Abreu en mayo de 1928. Es una talla en madera policromada que pertenece a la tipología del busto largo, comparable a otras realizaciones autógrafas del maestro.

La obra puede fecharse entre 1658 y 1670, años posteriores a la ejecución magistral del coro de la catedral malagueña, en la etapa considerada por Orueta como de transición entre el segundo y tercer periodo del artista granadino, momento en el que su producción de imágenes femeninas se generaliza por los rasgos siguientes: rostros ovales, cuello cilíndrico y poco modelado, cejas rectas, ojos que se agrandan, nariz que se estrecha y boca que se entreabre y empequeñece.

El esqueleto del rostro se acusa con vigor, reflejando una dulzura subyugada al drama de su Hijo. Los ojos son de cristal, del tipo "cascarilla, pintados por detrás, y los dientes han sido realizados en marfil. Sus rasgos faciales son similares a los de la ya estudiada Dolorosa de Alba de Tormes.

El cuello alargado y de poca descripción anatómica como hemos dicho, sirve de nexo de unión entre la cabeza y la túnica, de cuyo interior salen los brazos, rematados por ampulosas bocamangas que se reducen a las manos, en cuyas muñecas observamos los puños blancos de una supuesta camisa interior.

Las manos, entrecruzadas ante el pecho, se dirigen hacia el frente, en actitud de oración, similares a las de la Dolorosa del Convento del Císter de Málaga. Sus uñas han sido labradas con trozos de láminas de asta de buey o semejante, de color blanco y posteriormente coloreadas.

Bajo la dirección de Enrique Pareja López la obra fue restaurada en 1989 por José Rodríguez Rivero-Carrera, quien advirtió un visible aumento de altura en su parte inferior, de 7 cm, de ejecución contemporánea o muy poco posterior a la talla original, posiblemente motivada por su propietario, al que, una vez acabada, le resultaría baja y pediría que le aumentaran en su superficie inferior para ajustarla al lugar a ella destinado.

 

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FUENTES

GONZÁLEZ GARCÍA, Pedro José. "El ensamblaje de una escultura del siglo XVII", en Laboratorio de Arte, n º 2, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1989, pp. 243-244.

 

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