Busto corto que nos ofrece la cabeza labrada hasta el tórax, con los brazos cortados por encima de los codos y toda la carga emocional concentrada en el rostro, presentando un rictus de profunda tristeza y abatimiento. Viste manto azul, toca color marfil y túnica roja imitando damasco, como fue habitual en el modelo inmaculista tan repetido por Pedro de Mena en la iconografía de la Dolorosa.

La pieza se conserva en el actual Museo Conventual de las Descalzas de Antequera (Iglesia de San José), cuyos responsables afirman que fue donada al cenobio en 1751 por doña Teresa del Castillo, siguiendo la voluntad testamentaria de su esposo don Francisco de Roldán.

Lo más atrayente de este busto es su fuerte naturalismo, particularmente el modelado del rostro y la expresión de su mirada, un tanto absorta y como perdida. Se antoja una versión simplificada de la magistral creación de Alba de Tormes, obra ya estudiada que se conserva también en un entorno carmelita, quizás también con una mayor colaboración del taller del artista en la ejecución de la talla de Antequera.

Una tradición histórica impuso la creencia de que este busto formaba pareja con otro del Ecce Homo de la colegiata antequerana de San Sebastián, una obra popularmente conocida como Señor de la Espina.