Junto con el busto parejo de Ecce Homo, esta obra procede del Santuario de Nuestra Señora del Peral de la Dulzura, patrona de la villa alcarreña de Budia (Guadalajara). El Cristo se halla muy próximo al del Museo de Artes Decorativas de Madrid, hoy depositado en el Museo Nacional Colegio de Escultura (Valladolid), mientras que la Dolorosa suele relacionarse con la que recibe culto en la Catedral de Málaga.

A nuestro juicio, ambas figuras se encuentran entre las mejores creaciones pasionistas del célebre artista granadino, a la altura, por ejemplo, de otras parejas del Ecce Homo y la Dolorosa como las de los conventos de las Descalzas Reales y las Mercedarias de Juan de Alarcón, ambos en Madrid, o las del Metropolitan Museum of Art (Nueva York); y en el caso concreto de la Dolorosa, del busto del Museo Carmus de Alba de Tormes (Salamanca).

La escala y el formato de estas piezas sugieren que fueron diseñadas para ser vistas de cerca en espacios pequeños, ya sea capillas domésticas o conventuales en las que sus propietarios, seglares o religiosos, podían deambular alrededor de ellas antes de rezar y entrar en estado de meditación. El sobrecogedor realismo de los simulacros inducía especialmente al sentimiento de piedad con las dolorosas y a la conmoción con los eccehomos.

Consta que el Santuario del Peral era muy rico en obras de arte; muchas de ellas altares, imágenes y pinturas procedentes de cenobios desamortizados como el de los frailes carmelitas de Budia -dedicado a Nuestra Señora de la Concepción y hoy lamentablemente abandonado y en estado de ruina progresiva- o de particulares como el gobernador don Ambrosio de Sáez de Bustamante, quien donó en 1764 las obras que son objeto de nuestro estudio, las cuales pudieron salvarse de la quema del santuario en la Guerra Civil que destruyó casi todo su patrimonio mueble. Hoy reciben culto en el templo parroquial de Budia, dedicado a San Pedro Apóstol.

Centrándonos en la Dolorosa, es una de las más felices variantes desarrolladas por Mena en una iconografía con la que no tuvo parangón a base de rostros delicados y expresiones afligidas que enmarcan mantos y velos de bordes finísimos, ojos de cristal algo elevados, párpados enrojecidos, lágrimas resbalando por las mejillas y boca pequeña y entreabierta, todos ellos recursos plásticos que realzan el valor dramático de la obra.

El hecho de que el Ecce Homo lleve la fecha de 1674 hace aún más valiosas estas tallas, pertenecientes a la última etapa del autor (1670-1688), en la que abundan las réplicas de famosos modelos anteriores ante los numerosos y constantes encargos, si bien al mismo tiempo, a lo largo de esos años, Mena creará algunas de sus obras más populares y celebradas por la crítica, caso de los bustos de Budia, tan representativos a su vez de la plástica granadina.