MAYO MARIANO 2012
ISLA DE LA PALMA

José Guillermo Rodríguez Escudero


 

 

La imagen de la Virgen de la Victoria, venerada en la Parroquia de San Andrés de la villa de San Andrés y Sauces, en la Isla de La Palma, se hallaba en 1679 en el nicho central de su capilla colateral del evangelio, fundada por el presbítero Andrés Hernández Bautista con anterioridad a su testamento, en 1657.

La efigie, de tamaño inferior del natural -88 cm de altura-, es una esbelta escultura de madera policromada que muestra grave semblante y postura hierática y majestuosa. Provista de ampulosas prendas, sostiene al Niño con la mano izquierda y porta un cetro en la derecha. Data de las primeras décadas del siglo XVII y, dadas sus particulares características, ofrece ciertas dificultades a la hora de su clasificación estilística. A pesar de ello, para algunos investigadores no es aventurado pensar en un posible origen flamenco.

Consta también que, casi un siglo después de su colocación en el nicho de su capilla, en el año 1768, se invirtió en ella la suma de 13 maravedíes para dorarla de nuevo.

La cripta de dicha capilla de la Victoria es objeto de una famosa historia en la isla canaria, pues en ella recibió sepultura María Liberata de Guisla (1725-1806), conocida por su carácter enérgico incluso en sus últimos años de vida. Según testimonios de la época, además de unas excavaciones efectuadas en los años 80, cobra fuerza la teoría de que esta mujer, de importante rango nobiliario -era hija del Marqués de Guisla-Guiselin y esposa del Gobernador de Armas y Regidor de La Palma, Domingo Vandewalle Cervellón, el personaje más importante del norte de La Palma a fines del siglo XVIII-, había sido enterrada viva. Hipótesis que fue tenida por cierta en su momento por las leyendas románticas.

Los relatos cuentan que el sacristán del templo, que había entrado a tocar Oración, había oído voces pidiendo auxilio, así como golpes en el suelo de la capilla la noche siguiente al sepelio, pero había callado por miedo a que lo tomaran por loco y huido despavorido. En el año 1814, al abrir la cripta para enterrar al sacerdote Ambrosio Arturo de Paz, encontraron en la escalera de la misma el esqueleto de la mujer con un ladrillo en la mano, señal de que la habían enterrado viva. Es entonces cuando el sacristán confesó lo que había estado ocultando desde hacía ocho años.

En el año 1986, Juan Francisco Navarro Mederos y su equipo de arqueólogos excavaron en la cripta y encontraron dos bancos con los restos de dos sacerdotes: Andrés Fernández Bautista, fallecido en el año 1657, y el mencionado Ambrosio Arturo de Paz, sepultado como hemos dicho en 1814. En el suelo estaba el esqueleto desarticulado de una anciana; sin duda, la aristócrata María Liberata de Guisla.

 

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