El 21 de abril de 1531 el concejo de la ciudad de Trujillo (Cáceres) manda levantar una capilla entre las dos torres principales del castillo, con una bóveda para colocar allí una imagen de la Virgen de la Victoria que será de piedra bien lucida y bien dorada. La imagen fue labrada ese año por el maestro de cantería Diego Durán. Su dorado y policromado fue realizado por Juan Notario y Pedro Torino.

La capilla fue ampliada por Sancho de Cabrera, que colocó allí una estupenda reja. La obra se acabó en 1548. En 1583 Juan de Juanes perfeccionó la escultura de Diego Durán, y el pintor Juan Sánchez doró y policromó la imagen al año siguiente. Dice Juan Tena que a Juan de Juanes le pagaron 8 ducados, y al decorador Juan Sánchez 33 ducados. El Ayuntamiento puso el oro y la pintura.

Con la llegada de los franceses a Trujillo, en el año 1809, se oculta la imagen original, de la que ya había una copia detrás de San Martín que llamaban Nuestra Señora de Reposo, y de la que se oye que era la auténtica Virgen de la Victoria; cosa imposible por su pequeño tamaño y por no concordar con las medidas que debía tener la imagen, marcadas por el Ayuntamiento en el siglo XVI.

La Virgen de la Victoria original se la llevó, cuando la francesada, el marqués de Albayda a su finca de Magasquilla, camuflándola en su capilla particular como Nuestra Señora del Reposo. Los avatares políticos posteriores, y la inestabilidad entre liberales y conservadores, imposibilitaron llevar de nuevo la imagen al castillo; entre tanto, la imagen en la capilla de Magasquilla -se cree que es la que actualmente recibe culto en la Iglesia de Santa María (imagen inferior)- llega a tener muchísimos fieles de las fincas de los alrededores y de La Cumbre, los cuales llevaban ofrendas a la conocida por ellos como Virgen del Reposo, que debió hacer muchos milagros pues estaba a rebosar de exvotos. Por ello, cuando en 1854 el párroco de San Martín, Francisco Reglado, decide subir de nuevo la Virgen al castillo, se encuentra con este problema de fervor popular que impide llevarse la venerada imagen de Magasquilla, y como había pasado casi medio siglo desde que cesara el culto en Trujillo a la Virgen de la Victoria, se decide hacer una nueva sin que nadie se dé cuenta de ello. No hubo ninguna mala fe en el hecho, y de paso le colocaron el nombre de Virgen del Reposo a la copia de San Martín para evitar así contradicciones.

En 1906 el Estado vende el castillo a Plácido Beato Pizarro, que suponemos aceptó que se siguiese con la tradición del culto a la Virgen de la Victoria, la cual siguió presidiendo Trujillo desde su capilla un tanto dejada y ruinosa. El Marqués de Albayda, Jacinto Orellana y Avecía, inicia la reparación de la misma, que se inaugura en 1912. Dice Tena que ese año vio a la imagen policromada que subió al castillo en 1854, pero perdiendo su policromía quedando tal y como la conocemos hoy. Pusieron entonces un armazón de hierro con una cristalera -destrozada poco tiempo después por la acción del viento-, así como una escalera nueva, inutilizando la que existía de caracol. En 1924 el Ayuntamiento toma conciencia del castillo y solicita que sea declarado Monumento Histórico, distinción que es concedida al año siguiente. En 1929 lo compra por 20.230 pesetas a su por entonces propietaria, Lucía Beato Tersol.

La última reforma de la Capilla de la Victoria comenzó en marzo de 1951, acabándose en diciembre del año siguiente. Durante el tiempo que duraron las obras -a raíz de las cuales se descubrió el arco de herradura de la puerta principal del castillo, que es visigótico y no árabe-, la imagen de la Virgen de la Victoria, junto con los bancos de la capilla, estuvo en la Iglesia de Santiago.

El 30 de junio de 1953, Pio XII concedía la Coronación Canónica a la Virgen de la Victoria, y el 18 de octubre el nuncio del Cicognani colocaba la corona de oro y brillantes sobre la cabeza de la imagen.