Tan legendario icono, datable a mediados del siglo XIV, se halla realizado en madera policromada y forrada con planchas de plata repujada por un escultor cuyo nombre se desconoce, aunque se sabe que era procedente de la ciudad francesa de Toulouse. Los engarzes de pedrería sobre el metal argénteo contribuyen a enriquecer la decoración que presentan las vestiduras de la obra.

María se muestra sentada sobre una banqueta con cojín, contemplado con arrobo al pequeño Jesús, quien le devuelve la mirada y apoya cariñosamente el brazo derecho sobre el pecho materno.

El hieratismo y la rigidez de volúmenes del arte románico quedan superados en favor del naturalismo que transmite la estatuaria gótica, tanto en la humanidad de los semblantes como en la libertad de formas que hace que el Niño adopte un rebuscado escorzo y las piernas de María estén desigualmente flexionadas.

Preside la Real Colegiata de Santa María de Roncesvalles, situada en el municipio navarro homónimo, donde goza de extraordinario renombre. En la parte posterior de la pieza, cuyo modelo iconográfico proveniente de la escuela francesa se extendió con fuerza en nuestro país, se halla un relicario de San Miguel y una leyenda parcialmente borrada que acredita el encargo de su ejecución en Toulouse.