MARTÍNEZ MONTAÑÉS Y LA ESCUELA SEVILLANA DE ESCULTURA
RETABLO DE SAN JUAN BAUTISTA
29/11/2019
Ángeles de la cabeza degollada del Bautista Foto: Daniel Salvador-Almeida |
El retablo del Bautista del convento sevillano de San Leandro fue realizado por Montañés entre 1621 y 1622. Pertenece por tanto al decenio 1620-1630, un periodo calificado como "crítico" para el escultor por Hernández Díaz, tanto físico, como moral y artístico, ya que Montañés, en plena madurez, meditaría sobre lo realizado y los nuevos encargos, a vista de la relativa modernidad introducida en la escuela por sus propios discípulos Juan de Mesa y Francisco de Ocampo, y por las corrientes foráneas conocidas en el reino de Sevilla. Eran años en los que la tarea formativa en el taller de Montañés, una auténtica escuela de arte, había producido frutos de madurez, pues ya trabajaban con habilidad y suficiencia sus discípulos Francisco de Villegas, el citado Juan de Mesa y el granadino Alonso Cano, los cuales introducían en la escuela sevillana la estética y las morfologías protobarroquistas y manieristas. Sin embargo, los pleitos promovidos en torno a los retablos de Santa Clara, San Clemente y el catedralicio de la Inmaculada Concepción (La Cieguecita) abatieron su ánimo, aunque lo peor fueron las pérdidas humanas: en 1623 fallecía Andrés de Ocampo, dos años después su íntimo amigo y colaborador Juan de Oviedo el Mozo, y en 1627 su discípulo Juan de Mesa. A ello se suma la grave enfermedad que padeció en 1629 y que le tuvo cinco meses en cama, con los consiguientes retrasos en obras como la Santa Ana del Buen Suceso. |
Ángeles tenantes del ático Fotos: Carmen Bahíma |
Sin embargo, la tarea sigue y el sólidamente cimentado prestigio de Montañés le trae nuevos encargos que acepta. Pero su labor creadora hace que, de cara a la ejecución, busque colaboraciones en otros maestros. Es ahora cuando la mano de su fiel discípulo Francisco de Ocampo, que ya participaba en la tarea montañesina al menos desde 1604, y de otros miembros de su entorno, se acusa con notoriedad. Superada la mencionada dolencia que le apartó del taller durante una temporada, serenado espiritualmente después de tantos contratiempos, Montañés continuó su tarea en plena madurez, produciendo frutos de excepcional calidad. Respecto al barroquismo de su última etapa, sabemos que hacia 1636 se avecindó en Sevilla el escultor flamenco José de Arce aportando fórmulas y maneras de corrientes barroquistas, rubenianas y berninescas, que no desagradarían al maestro alcalaíno. Volviendo al retablo del Bautista del cenobio agustino de San Leandro, tanto Hernández Díaz como Gómez Moreno hablan de la influencia en el mismo de Juan Mesa, aunque como bien ha aprecidado Luque Teruel no podemos hablar de una influencia directa desde un punto de vista estilístico, sino un estímulo, que podríamos denominar colosalista, con el que incentivó las claves creativas propias. Mesa aumentaba y deformaba los modelos de Montañés hasta hacerlos irreconocibles, operación en la que mantenía las características fundamentales del estilo del maestro e introducía rasgos morfológicos propios. El resultado es una grandeza compositiva caracterizada por su fuerte impacto en el primer golpe visual. Eso fue lo único que le interesó a Montañés para forzar una supuesta competencia de la que salió tan vencedor como su discípulo, la grandeza compositiva colosalista resultante de tales aplicaciones. |
Relieve de San Juan Bautista en el desierto Fotos: Carmen Bahíma |
Por supuesto, Montañés no estaba dispuesto a asumir ninguna deformación, ni mucho menos el mínimo rasgo morfológico que no fuese propio. Puede verse muy bien en las esculturas de este retablo, presidido por un altorrelieve de San Juan Bautista en el desierto, arrodillado y con la vista elevada hacia la aparición del cordero místico, casi en éxtasis y con expresión anhelante, trágica. El colosalismo de la figura la distingue de las demás del retablo, también su gesto, acorde, y el violento giro del cuello en sentido ascensional. No presenta deformación alguna y compite en grandeza compositiva con las imágenes más potentes de Mesa. Martínez Montañés estaba dispuesto a evolucionar, y lo hizo revirtiendo con éxito en su arte las consecuencias de procedimientos creativos muy distintos que, a su vez, operaban en ese momento sobre las grandes novedades formales que él había creado en las dos décadas anteriores. Podría decirse que Juan Martínez Montañés le cobró a su discípulo Juan de Mesa lo que éste le debía por haberse apropiado primero de sus grandes obras como referencias para sus características variantes formales. Sobre el referido relieve se sitúa la cabeza degollada de San Juan Bautista en una bandeja sostenida por dos ángeles arrodillados, en el interior del frontón que separa los dos primeros cuerpos, en la que aporta otra afortunada interpretación del modelo masculino relacionado con la familia de Cristo en las décadas anteriores. En esa cabeza, considerada por Hernández Díaz como la mejor de las piezas escultóricas del retablo, el naturalismo es pleno e idéntico al de la década precedente, y la gravedad expresiva adquiere un dramatismo extremo con la caída lateral del pelo y el reguero de sangre que sale del inferior de la bandeja. |
Cabeza degollada de San Juan Bautista Fotos: Daniel Salvador-Almeida |
Las trazas del retablo de San Juan Bautista, de composición manierista, están atribuidas a Juan de Oviedo el Mozo por la gran similitud entre el retablo y otras obras realizadas por éste. Esta atribución se debe a María Elena Gómez Moreno. Idéntica composición posee otro retablo montañesino del convento de San Leandro: el de San Juan Evangelista, posterior en el templo (1632-1633) aunque con evidentes consonancias, y con unas trazas manieristas en su estructura que se atribuyen también a Oviedo el Mozo. En el segundo cuerpo del retablo de San Juan Bautista destaca un relieve del Bautismo de Cristo, relacionado con el del mismo tema que aparece en el retablo del convento del Socorro, actualmente conservado en el templo universitario de la Anunciación. Las imágenes de Santa Isabel y San Zacarías, padres del Bautista, que flanquean el relieve del Bautismo, y las de la Virgen María y San José que flanquean al relieve de San Juan Bautista en el desierto, muestran la intervención de Francisco de Ocampo. |
Relieve del Bautismo de Cristo Fotos: Carmen Bahíma |
Las esculturas del retablo del Bautista han sido recientemene intervenidas por la restauradora sevillana Carmen Bahíma Díaz con motivo de la exposición monográfica Montañés. Maestro de Maestros. El tratamiento llevado a cabo ha sido conservativo y de restauración propiamente dicha. En primer lugar se procedió a la fijación de los estratos con peligro de desprendimiento, especialmente en la zona de los estofados. Una vez asegurada la estabilidad de los estratos se realizo un aspirado general de las piezas, para retirar la enorme acumulación de polvo. Se llevó a cabo un test de solubilidad para determinar la mezcla de disolventes con que retirar la suciedad provocada a lo largo de los años. La oxidación de barnices y la degradación natural de los elementos constituyentes habían provocado un oscurecimiento llamativo en la superficie. Una vez retirada la suciedad se repusieron volumetricamente las zonas perdidas y se reintegraron cromáticamente con un criterio diferenciador a corta distancia. Finalmente se les aplicó un barniz protector. |
San Zacarías Fotos: Carmen Bahíma |
FUENTES Con información de Carmen Bahíma. HERNÁNDEZ DÍAZ, José. Juan Martínez Montañés: el lisipo andaluz (1568-1649), Ediciones de la Excma. Diputación Provincial de Sevilla, Sevilla, 1976, pp. 190 y 226. LUQUE TERUEL, Andrés. "La importancia (creativa) de Juan Martínez Montañés", artículo publicado en Estudios de escultura en Europa, Instituto Alicantino de Cultura Juan Gil-Albert y Diputación Provincial de Alicante, Alicante, 2017, pp. 429-430. AA.VV. (coord. de PAREJA LÓPEZ, Enrique). Juan Martínez Montañés, serie "Grandes maestros andaluces", Sevilla, Editorial Tartessos, 2012, p. 224. |
Santa Isabel Fotos: Carmen Bahíma |
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Virgen María y San José |
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