EDVARD MUNCH. 150 ANIVERSARIO
CENIZAS
Ulrich Bischoff
Para comprender el enfoque universalista de la obra central de Edvard Munch, conviene traer a cuento algunas obras de la literatura mundial. Su intento de pintar una serie de cuadros que abarcase todos los aspectos de la vida humana -el conjunto llevaría por título "El Friso de la Vida"- nos hace pensar en el "espejo del mundo" medieval, en la obra dramática de Shakespeare, y en las novelas de Herman Melville, Gustave Flaubert o James Joyce. Los principios de este proyecto se remontan a 1886, o sea al año en que pintó su primera gran obra La Niña Enferma, así como las primeras versiones -hoy perdidas- de Pubertad y El Día Siguiente. Una vez superado el Naturalismo de Cristianía, el Impresionismo de París y el Simbolismo de Berlín, había quedado libre el camino para un nuevo lenguaje formal que correspondiese de un modo más riguroso al afán de encontrar la expresión pictórica adecuada. Los rasgos característicos de este lenguaje saltan a la vista si se comparan los lugares reales que sirvieron de escenario a los "dramas" de Munch -la Avenida Karl-Johann en Oslo, Skoyen, Hvitste, Nordstrand y, sobre todo, la playa de Aasgaardstrand, una pequeña aldea de pescadores situada a unos 80 km al suroeste de Oslo- con su transformación artística en los cuadros. En el año 1902, en los salones de la Sezession berlinesa, y al año siguiente en la Galería P.F. Beyer e Hijo de Leipzig, fueron presentados por primera vez al público el conjunto de cuadros de Munch que formaban "El Friso de la Vida". La circunstancia de estar dividida la exposición en cuatro paredes sugirió a Munch los siguientes títulos: "El Despertar del Amor", "La Plenitud y el Fin del Amor", "Miedo a la Vida" y "Muerte". El propio Edvard Munch relata su experiencia:
En la exposición de Leipzig, Munch había colgado, en la pared frontal entre Madonna y El Grito, un cuadro que, debido a la riqueza de su significado, podemos considerar como una de las obras más enigmáticas de entre las que integran "El Friso de la Vida": el óleo sobre lienzo Cenizas del año 1894. De un modo más acentuado que en otras de sus obras, el paisaje que vemos en este cuadro tiene el carácter de un escenario. El centro lo ocupa una mujer en posición erecta que mira de frente al espectador, mientras que en el ángulo inferior izquierdo observamos la figura de un hombre sentado en una postura que denota desesperación aflicción o melancolía. La mujer está vestida con una combinación blanca en parte desabotonada, dejando ver una camiseta de color rojo brillante. Sus manos están cruzadas tras la nuca. Su largo cabello castaño rojizo cae a ambos lados, y por la izquierda parece transformarse en una línea que amenaza con alcanzar la cabeza y la espalda del hombre. Su rostro parece rígido, sus ojos están muy abiertos. El lugar de los acontecimientos del cuadro (120,5 x 141 cm), conservado en la Nasjonalgalleriet de Oslo, es simple como un escenario y podría describirse también como una playa nocturna. La mirada va del agua al pinar contiguo, donde los esbeltos troncos de los pinos estructuran el oscuro bosque de fondo. El rasgo más peculiar, sin embargo, es el tronco caído en el primer plano que a la izquierda del cuadro se desvanece en una columna de humo. Este detalle no solo da título al cuadro. Desde el punto de vista de la composición remite al Autorretrato con Antebrazo de Esqueleto, realizado en el año 1895. A su vez, no podemos menos que recordar el desaparecido marco de la Madonna en que estaban representados espermatozoides. |
FUENTES: BISCHOFF, Ulrich. Edvard Munch (1863-1944)
Cuadros sobre la Vida y la Muerte, Colonia, 2000, pp. 31, 34 y 43-44.
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