EDVARD MUNCH. 150 ANIVERSARIO
EL BESO
Patrick Bade
En sus un tanto cambiantes percepciones de la interacción entre hombres y mujeres, Edvard Munch llegó a considerar el impulso sexual como algo santo, y las relaciones sexuales amorosas como un acto sagrado que aseguraba la posteridad. El grupo de magníficas imágenes sobre el tema del amor y los anhelos sexuales resume los sentimientos que albergaba Munch sobre las mujeres: el pintor noruego añora el amor, confía en la santidad del acto del amor para fecundar y continuar la especie, pero luego se ve sacudido por los celos y la desconfianza, para finalmente sucumbir a la desesperación. La serie "El Friso de la Vida" recorre todo el espectro, desde Hombre y Mujer, El Beso y Madonna, a El Bote Amarillo (Los Celos), El Vampiro y El Grito. El Beso fue también uno de los temas que Munch reexaminó y volvió a trabajar con más frecuencia, tanto en óleo como en serigrafía. El tema central de todas las versiones, como lo indica su título, es un beso atemporal, paralizado en el tiempo, en un momento de íntima tranquilidad que contrasta con la vida agitada de la ciudad que se cuela por la ventana. Las formas del hombre y la mujer se mezclan en un solo ser, con una expresión de éxtasis sensual que se funde con los personajes y los lleva a su extinción. En esta obra Munch está dando forma al concepto wagneriano de amor-muerte, el Liebestod que resplandece oscuramente a través de su novedosa ópera Tristán e Isolda. Según varios expertos, en el marco de la ventana propone el mismo recurso que en Noche en Saint-Cloud, una cruz que en este cuadro vendría a significar la despedida final de la pareja. La versión conservada en el Munch Museet de Oslo (1897) fue muy conocida en su época y sirvió de inspiración a otros artistas como Gustav Klimt. |
FUENTES: BADE, Patrick. Edvard Munch, Londres, 2006, p. 26.
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