LAS GLORIAS DE MURILLO (X)
APARICIONES A SAN ILDEFONSO Y SAN BERNARDO

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

Excepcionales por sus dimensiones y lo complejo de su composición son dos grandes lienzos que hoy guarda el Museo Nacional del Prado de Madrid: la Imposición de la Casulla a San Ildefonso y la Aparición de la Virgen a San Bernardo, también conocido como San Bernardo y la Virgen y el Premio Lácteo a San Bernardo.

Son obras de gran empeño, que corresponden por su estilo a la década de 1650, en un momento en que aún perdura una solidez de modelado y una iluminación que evoca cierto tenebrismo (véase, por ejemplo, la anciana que sostiene el cirio en el lienzo de San Ildefonso), pero a la vez, utiliza ya las composiciones en viva diagonal, de influencia flamenca rubeniana y una luz dorada envolvente que será la característica de años siguientes.

En el lienzo de San Ildefonso (imagen superior), en vez de imaginar al santo bajo la casulla en el momento de colocarla sobre sus hombros, como era usual, lo pinta a una respetuosa distancia, en el último peldaño de su trono, recibiendo la bella prenda de rameados, y destacando elegantemente su figura frente a la de María. El movimiento diagonal de la composición se refuerza por la luz que penetra en el rompimiento de gloria.

En el de San Bernardo (imagen inferior) la Virgen se aparece al santo para ofrecerle su leche como premio a su defensa mariana a través de escritos y loores. El rompimiento de gloria es el de más amplitud pintado por el artista hasta la fecha y anuncia no solo el magnífico celaje de ángeles del San Antonio con el Niño de la Catedral de Sevilla, sino todos los celajes angelicales que rodearán a sus famosas Inmaculadas. En primer termino, Murillo aprovecha para introducir un hermoso bodegón de libros y un báculo que simbolizan la dignidad episcopal rehusada por el santo.

Por el tema de estos dos óleos sobre lienzo y por sus considerables dimensiones (el de San Ildefonso mide 309 x 251 cm y el de San Bernardo 311 x 249 cm) es probable que se traten de cuadros de altar emparejados para un convento cisterciense. Santos y niños se inspirarían en modelos, mientras que las imágenes marianas presentan las características facciones de Murillo, a medio camino entre el naturalismo elegante y la idealización.

Las dos pinturas se citan en el año 1746, en el inventario del palacio real de La Granja de San Ildefonso (Segovia), entre las piezas pertenecientes a la colección personal de Isabel de Farnesio, lo que parece indicar que fueron adquiridas por la reina durante sus años de estancia en Sevilla.

 

 

FUENTES

PÉREZ SÁNCHEZ, Alfonso Emilio. Murillo, Madrid, 2000, pp. 49-50.

ANGULO ÍÑIGUEZ, Diego. Murillo, 1982, p. 42-43.

CORDERO, Miguel. "Las obras maestras", en Murillo, Milán, 2003, p. 102.

 

Anterior entrega en este

Noticia relacionada en este

 

Volver          Principal

www.lahornacina.com