LAS GLORIAS DE MURILLO (XXII)
SAN JOSÉ CON EL NIÑO

Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 

La devoción a San José estaba muy arraigada en la España del siglo XVII, la época de Murillo, por impulso tanto de Santa Teresa de Ávila como de la Compañía de Jesús. De ser una figura casi testimonial durante la Edad Media y el Renacimiento, en el Barroco el santo adquiere un papel mucho más relevante como padre de familia, que se adecúa perfectamente a la religiosidad difundida por la Contrarreforma.

Muestra de lo anterior es que en 1621 el papa Gregorio XV decretara la celebración oficial de la festividad del santo. A la luz de esta reinterpretación, San José abandona la ancianidad y adquiere en el arte el aspecto de un hombre robusto, entre los treinta y los cuarenta años aproximadamente, que además de actuar como protector del pequeño Jesús se gana el pan con su trabajo, como recuerda el cesto de herramientas de carpintero que carga sobre su espalda en los simulacros de San José Obrero o el Taller de Nazaret.

En este magnífico cuadro, pintado al óleo sobre lienzo (222,5 x 165 cm) vemos al Patriarca sosteniendo al joven Jesús de la mano, acercándolo al espectador para que admire su divinidad. Los dos calzan sandalias hebreas. En el fondo, a la izquierda, vemos la base de una columna cuadrada, semidifuminada entre sombras, mientras que arriba una gloriosa luz dorada se derrama a través de gruesas nubes, las cuales están llenas de angelitos.

Esta pintura de Murillo es nuevamente un perfecto ejemplo del arte barroco que se creó durante el mencionado periodo de la Contrarreforma, el cual se hallaba dirigido fundamentalmente a forjar una conexión emocional entre los fieles y el asunto del cuadro, josefino en este caso. Murillo lleva a cabo un fuerte contraste entre el peso y la solemnidad de las dos figuras representadas con gran dignidad de pie sobre la tierra firme, y el movimiento ingrávido de las numerosas criaturas celestiales flotando en las alturas.

La pieza es casi monocromática. Murillo usa un oro mostaza para la capa de San José y una lavanda pálida para la túnica de Jesús, representado casi como un diminuto Nazareno anticipándose a los sufrimientos de su futura Pasión, atenuando siempre el pintor en ambos casos el brillo y la viveza de los colores. Las elecciones de Murillo en los atuendos estaban en consonancia con la vestimenta de corte y la etiqueta social más reservadas que dominaron la Edad de Oro del Imperio español, cuando esta pintura fue creada.

Tanto la representación del santo como la del niño están entre las más espléndidas del autor. La pieza fue subastada en la sala Christie's de Londres el 7 de diciembre del pasado año 2016. Formaba parte de un lote perteneciente a una colección privada en la que, junto a obras europeas y estadounidenses, se encontraban sobre todo pinturas españolas, algunas de maestros como Berruguete, Valdés Leal, Paret y Alcázar, y Zurbarán.

 

FUENTES

CORDERO, Miguel. "Murillo", en Los grandes genios del arte, Editorial el Mundo, Madrid, 2004, p. 92.

 

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