LA ICONOGRAFÍA DE LA NAVIDAD EN EL MUNDO DEL ARTE - ANEXOS (III)
LA PROFETISA ANA

Con información de Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 
 

"Y había una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Ella era de edad muy avanzada, y había vivido con su marido siete años después de su matrimonio, 37y después de viuda, hasta los ochenta y cuatro años. Nunca se alejaba del templo, sirviendo noche y día con ayunos y oraciones. 38Y llegando ella en ese preciso momento, daba gracias a Dios, y hablaba de El a todos los que esperaban la redención de Jerusalén".

(Lucas, 2 36-38)

 
 
Rembrandt Harmenszoon van Rijn
1631
Óleo sobre tabla
Rijksmuseum de Ámsterdam
 
 

Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser que tomó su nombre del octavo y más bendito hijo de Jacob, era una viuda de ochenta y cuatro años que había dedicado su vida al estudio de los textos sagrados, al ayuno y a la oración. Pasaba la mayor parte del día en el templo de Jerusalén, donde María y José llevaron al pequeño Jesús a los cuarenta días de su nacimiento, siguiendo así los preceptos de la ley mosaica. Nada más verlos en el templo, Ana fue la primera que reconoció, sin duda alguna, al Niño como el futuro Mesías.

Ana es la primera de las muchas viudas que aparecen en el evangelio de Lucas, como en el episodio del hijo resucitado de la viuda de Naín (7.11 a 17) o la viuda que pidió insistentemente Justicia (18, 1-8). La presencia de tantas viudas obedece a la atención de Dios por los pobres y los oprimidos, que tantas veces se manifestó en el ministerio de Jesús, y la importancia de las viudas consagradas en los templos en la época de Lucas.

Para indicar también la importancia del papel de Ana en el ciclo del Mesías, el evangelio de Lucas equipara su experiencia con los números místicos: siete años de matrimonio -el número siete es sinónimo de totalidad y perfección- y ochenta y cuatro años o siete veces doce -la plenitud de las tribus de Israel-, que es la edad que tiene la profetisa cuando conoce al pequeño Jesús en el templo.

La obra que nos ocupa fue una de las primeras realizadas por Rembrandt al llegar a Ámsterdam. El artista utilizó como modelo a su madre, Neeltje Willemsdochter van Zuydtbroeck, quien tendría por entonces unos sesenta y tres años. Para ajustar su edad a la de la profetisa, Rembrandt hizo hincapié en la rugosidad de la piel. Sabemos que Neeltje servía de modelo para su hijo y los alumnos que aprendían con éste en su taller, como podemos ver en obras como Anciana leyendo de Gerrit Dou, el primer discípulo que tuvo Rembrandt.

Rembrandt representa a Ana leyendo una Biblia con caracteres hebreos. La mujer acaricia el libro con ternura, confundiéndose el arrugado y amarillento papel con sus marchitas manos. La luz es el núcleo emocional de la escena: viene de atrás y deja el rostro en sombras mientras ilumina la pesada capa roja y, sobre todo, el texto sagrado, como si la luminosidad de Dios estuviera presente en el cuadro. Los efectos lumínicos derivan de Caravaggio, aunque en este caso la violencia en el claroscuro se rebaja gracias a unas modulaciones suaves.

Unos años antes, Rembrandt había representado a Ana junto a Simeón, María y José, figuras principales del pasaje de la Purificación de María y la Presentación de Jesús en el templo donde se produce el llamado "primer dolor" de la Virgen (ver enlace). En esa obra, la anciana levanta los brazos en exaltado gesto profético.

 

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