LA ICONOGRAFÍA DE LA NAVIDAD EN EL MUNDO DEL ARTE - ANEXOS (II)
EL SUEÑO DE LOS MAGOS

Con información de Sergio Cabaco y Jesús Abades


 

 
 

"Y, al dirigirse los magos a Bethlehem, la estrella les apareció en el camino, como para servirles de guía, hasta que llegaron adonde estaba el niño. Y los magos, al divisar la estrella, se llenaron de alegría, y, entrando en su casa, vieron al niño Jesús, que reposaba en el seno de su madre. Entonces descubrieron sus tesoros, e hicieron a María y a José muy ricos presentes. Al niño mismo cada uno le ofreció una pieza de oro. Después, uno ofreció oro, otro incienso y otro mirra. Y, como quisieran volver a Herodes, un ángel les advirtió en sueños que no hiciesen tal. Adoraron, pues, al niño con alegría extrema, y volvieron a su país por otro camino".

(Evangelio del Pseudo Mateo, XVI, 2)

 
 
Gislebert de Autun
Hacia 1130
Piedra
Catedral de Autun
 
 

El relato bíblico de los magos no coincide con la imagen típica navideña que ofrece la Iglesia de tres hombres barbados con corona dejando caer regalos sobre el pesebre del Niño Jesús.

El segundo capítulo de Mateo -el único Evangelio donde se menciona a los magos- no especifica su número ni dice que eran reyes. Mateo tampoco menciona la ausencia de posada, el establo o los pastores temerosos. Todos ellos se encuentran en el Evangelio de Lucas. En cambio, en Mateo, los hombres sabios visitan a la sagrada familia en una casa de Belén en algún momento después del nacimiento de Jesús. El número de tres probablemente deriva de los presentes que llevaron a Jesús: oro, incienso y mirra.

Los magos, llamados "magoi" en el griego original, eran probablemente sabios y astrólogos. La tradición de que eran tres reyes llamados Gaspar, Melchior y Balthasar se desarrolló siglos después.

En lo único que coinciden la Biblia y la tradición navideña es en que los magos encontraron al recién nacido siguiendo una estrella. Los antiguos creían que Dios haría que el destino se manifestara en las estrellas; por lo tanto, no fue ninguna sorpresa que el nacimiento de Jesús fuese acompañado por la aparición de su estrella en el firmamento. La naturaleza del cuerpo celestial ha sido fuente de especulación: dado que el cielo nocturno varía en función del año y la temporada, hay que estimar el año de nacimiento de Jesús -la Biblia no da la fecha exacta; muchos eruditos piensan ahora que nació alrededor del año 6 a 4 a.C., lo que pone su nacimiento cerca de la muerte de Herodes el Grande y su ministerio durante los primeros años de Poncio Pilato-, apuntándose cuatro fenómenos naturales que algunos astrónomos piensan que podrían explicar el avistamiento celestial: una nova, un cometa, una conjunción planetaria y el movimiento retrógrado de Júpiter.

Respecto a los regalos, no son propios de un bebé pero sí de un rey: el valor del oro se explica por sí mismo, mientras que el incienso y la mirra -ambas raras y fragantes resinas- eran por entonces muy deseables entre los miembros de la realeza, quienes la usaban para los más exquisitos bálsamos y perfumes. Debido a que la mirra también se utilizaba como narcótico y ungüento para preservar los cadáveres, muchos historiadores bíblicos han visto ese regalo como una prefiguración de la crucifixión y muerte de Cristo, respectivamente.

Mateo también menciona la visita de los magos -tras la visión de la estrella en el Oriente- al rey Herodes. El tema fue desarrollado por apócrifos como el Protoevangelio de Santiago, donde se dice que Herodes, tras interrogar muy inquieto a los magos, les pide que le comuniquen el paradero del futuro rey de Israel para adorarlo, cuando en realidad su intención era asesinar a un posible rival. Tras hallar los magos al Niño -que había nacido dos años antes- y adorarlo, un ángel se les apareció en sueños para avisarles que no entraran en Judea y retornaran a su tierra por otro camino. Herodes, al saberse burlado por los magos, montó en cólera, lo que dio lugar al episodio de la matanza de los inocentes.

El tema del sueño de los magos, de origen oriental, se mantuvo hasta finales de la edad media y fue muy popular en los capiteles románicos. Lo habitual es que se representase al ángel advirtiéndoles que no informasen a Herodes de pie, junto a una cama de un mesón en la que dormían juntos los tres reyes magos.

La representación del tema en uno de los capiteles de la catedral de Autun, relacionada con Gislebert -escultor del siglo XII, autor entre otras obras de la famosa Eva también para la catedral, actualmente en el Museo Rolin de dicha ciudad francesa-, se conserva ahora en la sala capitular del citado templo. En ella uno de los magos llega a ser despertado fisicamente por un ángel que señala la estrella como símbolo del recién nacido.

 

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