VIRGEN DE LA BELLA
LEPE (HUELVA)


 

 

Además de ostentar el rango de patrona, la Virgen de la Bella es Alcaldesa Honoraria y Perpetua de la villa onubense de Lepe desde 1956. Fue coronada canónicamente en 1992.

La imagen pertenece al modelo de virgen-sagrario o virgen-abridera, de ahí que se halle provista de una cavidad en su pecho, accesible a través de una portezuela, cuyo fin es guardar el Santísimo Sacramento en alusión a su divino embarazo. Este tipo de simulacros religiosos, salvo en territorios de marcada raigambre mariana como España o Francia, fue censurado e incluso perseguido por la Iglesia, temerosa de que el pueblo llano pudiera pensar que la Santísima Trinidad entera se había encarnado en María.

Su advocación hace referencia a la belleza física y espiritual de la Señora. La talla, fechable a principios del siglo XVI, aparece sentada en un trono, con el Niño Jesús sobre su regazo en caprichoso escorzo. Los historiadores onubenses González Gómez y Carrasco Terriza la acercan a la obra de Jorge Fernández Alemán y la ponen en relación con otras piezas del entorno del escultor como la Virgen del Pino, muy venerada en Las Palmas de Gran Canaria, o la Virgen de la Granada que recibe culto en el municipio sevillano de Cantillana.

Fue restaurada con escaso acierto en 1907 por Ángel Rodríguez Magaña, que reemplazó los ojos tallados de ambas figuras por otros de cristal. En 1936, durante los disturbios de la Guerra Civil, fue muy maltratada, perdiendo la Virgen y el Niño Jesús la mitad superior de sus mascarillas, así como parte de la mano derecha de la Señora y los brazos y la pierna izquierda del Infante.

Tras una primera restauración de urgencia realizada por José Navas-Parejo, la intervención definitiva llegó de manos del escultor gaditano Juan Luis Vasallo Parodi, quien llevó a cabo entre 1962 y 1963 una labor magistral descubriendo tanto la fisonomía como la policromía originales de la efigie, de las que se conservaba un 90% y permanecían ocultas bajo numerosas capas de pasta. Asimismo, Vasallo reconstruyó en madera las partes perdidas, anteriormente referidas, con absoluta fidelidad al icono antes del retoque de Rodríguez Magaña.

La última intervención corrió a cargo de Francisco Arquillo (1982), quien se limitó a limpiar superficialmente la obra y reemplazar los elementos metálicos de sujeción por espigas de madera.

 

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