Fue el sacerdote e historiador José Ángel Rivera de las Heras quien acertadamente relacionó el aspecto que presenta actualmente la imagen del Cristo de la Flagelación, titular de la hermandad del mismo nombre de Medina de Rioseco (Valladolid), con la producción de Ramón Álvarez.

Detalles como el paño de pureza encolado y de textura arenosa, la expresividad edulcorada del rostro o la boca entreabierta bordeada por finos labios encajan con el quehacer de Álvarez. Lo mismo ocurre con la cuidada policromía a pulimento, de tonalidades pálidas y nacaradas, graduada suavemente hacia tonos rosáceos en algunas de las partes esenciales (pies, rodillas, mejillas, manos, etcétera) por la aplicación de rojo bermellón. A Álvarez se han de deber también las aplicaciones de papel que simulan las heridas de la espalda y, aprovechando la colocación de los ojos de cristal, la adicción de la dentadura de hueso, asta o marfil.

Es de sobra conocida la amplia actividad de Álvarez sobre tallas antiguas. En este caso, José Andrés Casquero Fernández apuesta por atribuirle la cabeza, los postizos y la policromía, sin tocar el cuerpo; mientras que Rivera de las Heras indica que su actuación fue muy amplia, sin determinar si la talla es completamente suya.

Al hilo de lo anterior, Ramón Pérez de Castro fue un paso más allá y no solo descartó la paternidad de toda la escultura a Álvarez, sino que se la asignó a un escultor local muy anterior: Pedro de Bolduque (1545-1596). Según dicho historiador, la anatomía de este Cristo riosecano es mucho más apretada y potente que las que de Álvarez, y la forma de tallar el rostro, la cabeza, las orejas, la cabellera y los pies tampoco tiene ninguna relación con la producción del gran renovador de la plástica procesional zamorana.