Según el escultor Josep Clarà, en Amadeu "se adivina una cierta influencia italiana, influencia que el escultor, con su fuerte personalidad, supo aclimatar al ambiente que le rodeaba... en la escultura italiana predomina el idealismo, mientras que Amadeu tiende palmariamente a expresarse con realismo".

Folch Torres captó que la corriente filosófica que inspiraba a Amadeu era "el romanticismo europeo originado por el naturalismo de Jean-Jacques Rousseau; aquel retorno a la naturaleza, a las humildes realidades de la naturaleza y de la vida, al amor al paisaje y al idealismo pintoresco de pastorcillos y zagalas".

Llopart, muy acertadamente, afirma que el pesebre de Amadeu es "la representación de una arcadia perdida, reencontrada y recreada en un mundo pequeño, hecho a medida, de campesinos y pastores fácilmente apropiable por unas clases medianas urbanas alejadas del mundo agrario, pero añorando un pasado mitificado y tenido por mejor, sin conflictos sociales en la calle. De hecho, una obsesión romántica, consumible por todo el mundo y sin peligros". Un reflejo de esto ha sido la fama que siempre han tenido sus obras.

En un ensayo no publicado de Salvador Espriu (1913-1985), titulado "Ocnos i el parat esglai", comenta que está cansado de vivir en Barcelona y quiere ser un campesino en un mundo idílico que puede complementar con la visión de "cuadros de Vermeer de Delft, [o] poseer unas cuantas figuritas de pesebre de Ramon Amadeu".

Podemos observar esa fama a través de las múltiples exposiciones celebradas entre 1875 y 1925 sobre las figuras de Amadeu, ya sea en ámbito público o privado. Incluso Gaudí se inspiró en los pesebres de Amadeu para las esculturas de la fachada del Nacimiento del templo de la Sagrada Familia, puesto que quería encontrar un punto de equilibrio entre la calidad artística y poner una obra al alcance de la gente de la calle.

Si hiciéramos una encuesta entre el público no especializado en arte, y la pregunta fuera que nos dijeran el nombre de algún artista del Barroco, seguro que entre las respuestas mayoritarias estarían Caravaggio, Velázquez o Bernini. Pero si preguntáramos por artistas catalanes, el nombre que estaría en boca de la gente sería el pintor Antoni Viladomat, y cerca encontraríamos el del escultor Ramon Amadeu. Un reflejo de ello es la presencia de su nombre en el nomenclátor de las calles de varias ciudades catalanas.