RELATOS BREVES DE AGOSTO (VIII)
LA BRUJA CALANDRACA (CUENTECILLO MORAL PARA NIÑAS PUESTO AL DÍA)
Julio Ruano
En un país no muy lejano, desde luego no "en lejanos desiertos ni remotas montañas", tenía su humilde morada la bruja Calandraca, experta en maldades sin fin. Como los programas del cuore se habían puesto muy malvados últimamente y ella era alérgica a la lectura, se aficionó a ellos de manera desmesurada y se los veía todos, todos, todos sin perderse una sílaba, con lo que se volvió muy entendida y además se hizo muy moderna, porque veía a Jorge Javier y a Paradita, que para una señora tan desfasada eran el colmo de las nuevas tendencias. Calandraca tenía una batita rosa palo de guata con los codos ya muy raídos y unas chinelas de pompón muy deshilachadas, por lo cual, mientras se tragaba DEC de principio a fin, se tejió una mañanita muy fea, color chochomona, que le quedaba fatal a la pobre, pero que le hacía muy buen apaño en invierno. Cuando su familia -que pasaba de ella de manera olímpica, porque siempre había sido una mujer muy plasta, pero desde que se había aficionado al cotilleo televisivo era ya una losa inaguantable- la vio una mañana devorándose el programa de Ana Rosa, con las chinelas y la batita, los bigudíes cogidos y los ojitos de cigala, compadeciéronse de ella y decidieron regalarle un ordenador de segunda mano, a ver si la sacaban del marasmo. -Toma, Calandraca, guapa, a ver si nos dejas en paz de una puñetera vez. Pronto aprendió la brujilla a manejar el aparato y descubrió, además, que el invento era idóneo para poner en práctica todo tipo de ruindades malignas. Metíase en los foros y procuraba molestar, vilipendiar, zaherir y maltratar a los foristas con toda la inquina que había ido aprendiendo, no en el marqués de Sade, ni en Kafka ni en Tennessee Williams, que le sonaban a chino mandarín, sino en las columnas de Mariñas, lo único que leía y que le parecían textos sublimes. Si se olía que un compañero de foro era de izquierdas, enseguida comenzaba una persecución, porque ella, aunque se hacía pasar por liberalota y gauchista, era muy fascistona y le repateaban los rojos. Ya no quiero decir si sospechaba que alguien pudiese pertenecer a una clase social superior a la suya, entonces era implacable. -Ja, ja, ja, ja- reía Calandraca frotándose sus ásperas manos, convencida de haber hundido a su contrincante en la más negra de las ruinas morales. Y así seguía, encantada ella en sus foros, haciéndose bien la simpática, bien la amigable, bien la feminista y progre para despertar las menos sospechas posibles, pero totalmente inmisericorde con los que tenía enfilados. Llamaba viejo al personal para hacer ver que era jovencita, aunque ahí nadie la creía, porque no hay muchachuela en el mundo que se pase la vida aferrada al televisor sorbiéndose los avatares de Antonio David. Pero, claro, amiguitas, todo en la vida tiene un límite y a Calandraca le llegó el suyo. Sucedió que puso tanta saña, tanta ira, tal furor energético en sus descalificaciones, que fue generando una especie de electricidad corporal extraña, una corriente estática rarísima que le llegó a la punta de los dedos, y una mañanita del crudo invierno, al ponerse en contacto con el teclado...
SCHIIIISSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
Su marido la encontró girando los ojos, aterrorizada, cual Marujita Díaz bailando el charlestón, con los dedos semicarbonizados y los pelines todos chamuscados, lívida. Pobre Calandraca. -¡Ay!, esto me pasa por haber querido ser moderna. -No, querida, esto te pasa por MALA. Que ya tenía muchas ganas de decírselo. Y se quedó tan amplio.
MORALEJA: Si quieres ser estimada y querida y no convertirte en horrenda maruja, sé amable y solidaria en esta vida, no te comportes tú como la bruja. |
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Nota de La Hornacina: A la memoria de nuestro querido compañero Julio Ruano, que como buen genio impredecible, dio sin avisar y a destiempo su salto al Gran Vacío. |
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