REMBRANDT 350 AÑOS. LOS TEMAS SACROS
EL SACRIFICIO DE ISAAC

Jesús Abades y Sergio Cabaco


 

 

Esta pintura de 1636 es uno de los mejores ejemplos del estilo barroco en la obra de Rembrandt. Durante mucho tiempo se creyó que era obra de uno de sus discípulos, retocada y mejorada por el maestro, sin embargo un estudio radiográfico no reveló ningún cambio de Rembrandt en la obra de un pupilo. Ello y la inscripción que figura en su parte inferior -"Rembrandt. verandert. En over geschildert", que en castellano podríamos traducir como "Rembrandt lo cambió y lo pintó"- significa que Rembrandt decidió pintar la escena sobre una anterior, también suya, y que por tanto debe considerarse como un original de su mano en todo su derecho.

El artista representó con gran espontaneidad la que se puede considerar como una de las escenas más dramáticas del Antiguo Testamento. El cuchillo que deja caer el anciano patriarca, bajando hacia los tumultuosos pliegues en la tela, el vuelo impetuoso del ángel, la manera brusca y vívida en que Abraham vuelve la cabeza, la expresión en su rostro, el cabello desordenado de los protagonistas, los reflejos de luz tanto en el ansioso rostro y manos de Abraham, como en el cuerpo de Isaac... todo ello crea un impacto magnificente y teatral en el lienzo. Existe otra versión realizada por Rembrandt un año antes (imagen inferior) que difiere levemente de la que analizamos (AA.VV. Harmensz van Rijn Rembrandt, Londres, Sirrocco, 2011, p. 64), apreciándose las mayores diferencias en la anatomía y la posición de la figura angélica.

Con su extraordinario mandato Dios quiso de Abraham, no precisamente la muerte de su hijo Isaac, sino ver la prontitud de su voluntad para tan costoso sacrificio, poner a prueba su fe, condenar los sacrificios humanos que estaban tan de moda entre los cananeos y probar si la obediencia y el amor que le profesaba el patriarca eran tan grandes como para estar dispuesto a inmolar lo más querido que tenía en el mundo. El hecho de que Isaac llevara al monte sobre sus espaldas la leña del sacrificio, del que él iba a ser la víctima en un principio, hizo que algunos antiguos cristianos comparasen su figura con la de Jesucristo, que sube con su cruz al Calvario.

 

 

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