RICCI/CARREÑO. 400 AÑOS
OTROS RETRATOS

Con información de Eduardo Lamas Delgado


 

   
 
 
Retrato de un General de Artillería
Francisco Ricci

 

Entre los mejores discípulos de Francisco Ricci se encuentran el madrileño José Antolínez y el cordobés Juan Antonio Escalante, ambos con cualidades personales y fallecidos prematuramente. Otro discípulo de Ricci, Claudio Coello, fue el último gran maestro de la escuela madrileña y su arte viene a enlazar con su maestro y con Carreño, como estos dos enlazaron a su vez con Velázquez y con Mazo.

Tuvo también escuela y discípulos Juan Carreño de Miranda. Dos muy notables fueron Mateo Cerezo y Juan Martín Cabezalero. El primero, burgalés establecido en Madrid, realizó figuras de santos excepcionales en el arte español. Respecto a Cabezalero, otro que murió joven como Cerezo, Escalante y Antolínez, nació en Almadén y es artista de corta producción, aunque excelente por su madurez y dramatismo.

 

   
 
 
Retrato de Eugenia Martínez Vallejo, vestida
Juan Carreño de Miranda

 

Mayor interés aún que los retratos reales presentan algunos de los que Carreño lleva a cabo para las diversas personalidades cortesanas de su época. Así, los del Conde y la Condesa de Miranda, y los de la Condesa de Monterrey y el Conde de Aguilar. En este último, de elegante y bien captada apostura, se advierte de nuevo la profunda huella que Velázquez supo dejar en la manera retratística de Carreño y, al mismo tiempo, el poso de su observación sobre los cuadros de este género de Van Dyck, buscando siempre la distinción y notas expresivas del rango en el modelo aristócrata. Esa misma combinación de elementos procedentes de Velázquez y Van Dyck la encontramos en el Duque de Pastrana y en la Marquesa de Santa Cruz.

En el marco de los retratos de individuos deformes, bufones y "hombres de placer", y desde los mismos criterios de Ribera y Velázquez, Carreño retrata a estos desgraciados personajes infundiendo a la atmósfera triste y mísera que los rodea una visión de gran dignidad y respeto, destacando las dos versiones, desnuda y vestida, de Eugenia Martínez Vallejo (La Monstrua) y el de Francisco Bazán. No cabe duda, como apuntó Pérez Sánchez, que sin las severas limitaciones de su tiempo y su medio, la extraordinaria maestría de Carreño, su refinadísima sensibilidad y su prodigioso sentido del color nos hubiesen podido dar una personalidad aún más rica.

Conocemos pocos retratos de hombres que participaran en la guerra. Uno de ellos es el de un capitán de artillería anónimo en una postura poco victoriosa, pintado por Ricci y conservado, al igual que La Monstrua Desnuda y La Monstrua Vestida de Carreño, en el Museo Nacional del Prado de Madrid. Existen aún dudas sobre la identidad del retratado; recientemente, Urrea apuntó que podría tratarse de Luis Méndez de Haro, marqués del Carpio, sobrino del conde-duque de Olivares y valido de Felipe IV.

La producción retratística de Ricci, como ya señalamos en el anterior capítulo, es escasa, poco conocida y no tan brillante como la de Carreño, aunque Un General de Artillería denota unas extraordinarias aptitudes para el género. También Van Dyck influye a Ricci en la pose del personaje, llena de apostura y de una elegancia no exenta de afectación, como bien afirma Pérez Sánchez. De edad relativamente avanzada para su época -sobre los 55 años de edad supuso Madrazo-, el retratado ostenta en el pecho la venera de la orden de Calatrava.

 

   
 
 
Retrato de Eugenia Martínez Vallejo, desnuda
Juan Carreño de Miranda

 

FUENTES: LAFUENTE FERRARI, Enrique. Breve Historia de la Pintura Española, volumen II, Madrid, 1987, pp. 368-369; MORALES Y MARÍN, José Luis. La Pintura en el Barroco, Barcelona, 1998, pp. 215-218; ÁLVAREZ LOPERA, José. El Retrato Español en El Prado. Del Greco a Goya, Madrid, Museo Nacional del Prado, 2006, p. 118; AA.VV. Arte en Tiempos de Guerra, Madrid, CSIC, 2009, p. 277.

 

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