Hacia el año 1752, los hermanos mayores de la Hermandad de la Divina Pastora de las Almas de la localidad granadina de Gójar entraron en contacto con Peral para concertar la hechura de su titular. La nueva talla del escultor reemplazaba a un estandarte con la representación de la Divina Pastora, coronada y con media luna de plata. La periódica manipulación de este preciado bien determinó su deterioro, al tiempo que aumentó la necesidad de disponer de una imagen escultórica que concentrara la creciente devoción mariana.

En torno a 1754 la pieza debió darse por concluida, siendo encajonada y conducida en andas hasta Gójar, según se desprende de las cuentas de ese año. El precio final de 1200 reales se incrementó en 20 reales del cajón en que fue embalada, y otros 560 reales que importó la corona imperial de plata cincelada también en un taller granadino. El acto de recepción y consagración de la imagen coincidió con la celebración de su festividad, por lo que se festejó con danzas y fuegos artificiales, acompañamiento musical y representación de comedias. En el templo parroquial pasó a presidir un altar, previo a la construcción del camarín en el testero.

Resulta de gran interés la interpretación que Torcuato Ruiz del Peral realizó a partir de la iconografía ideada por fray Isidoro de Sevilla, pues apenas guarda semejanzas con el canon fijado por el capuchino a partir de la pintura de Alonso Miguel de Tovar y de la escultura de Francisco Ruiz Gijón. En cualquier caso, el tema de la imagen mariana sedente constituye uno de los tipos más reiterados en la producción del imaginero granadino, de ahí que no quisiera apartarse de un prototipo afortunado. Incluso la gran peña sobre la que se asienta la Divina Pastora supone un recurso habitual en sus dolorosas.

De este modo, además de las ovejas que se disponen a ambos lados, sobresale el Cordero Divino que la Virgen acaricia con la mano izquierda; sin duda, una asimilación de Cristo. Aunque es en el rico atavío de la figura titular donde hallamos la mayor distancia respecto al modelo sevillano: Peral sustituye de forma deliberada la túnica roja y la característica pelliza por una blanca túnica ricamente estofada, con ramos de rosas azules, amarillas y rojas alternadas con rocallas de oro; asimismo, cubre el brazo izquierdo y recoge en su regazo por la diestra un manto azul con galón dorado picado de lustre con rocallas y vueltas encarnadas.