Pequeña talla en madera policromada (59 x 29 x 35 cm) que representa a San Cristóbal con el Niño, de propiedad particular. Esta iconografía poco representada por los escultores granadinos, muestra al santo legendario, de imponente musculatura, con el Niño Jesús sobre sus hombros, en el momento en que, según la tradición, atraviesan un río a petición del pequeño.

Aunque en la exposición Inéditos del Barroco granadino figuró como obra del escultor y pintor José Risueño, cobra fuerza la hipótesis propuesta por autores como Asenjo que la relacionan con la labor de Torcuato Ruiz del Peral. Podemos ver su huella, por ejemplo, en detalles como la poderosa anatomía del santo, sus expresivas manos y la morfología de la cabeza, parecida a la del Nazareno de Castril y a santos como el San Cayetano del templo de San José o el San José del templo de San Cecilio, ambos en Granada.

El rostro de Cristóbal se acerca a los tipos pasionarios por su gran preocupación, ya que, según la leyenda, el agua del río experimentó una notable crecida al cruzarla y el Niño, como creador del mundo, le aplastaba como una masa de plomo con un peso cada vez más intolerable, de forma que Cristóbal se halló en un gran apuro y temió perecer por el terrible esfuerzo.

La figura de Jesús se aparta un tanto de los modelos de Niño Dios establecidos por Peral, aunque no de otras representaciones infantiles, como los expresivos querubines de la Inmaculada Concepción del Museo de la Abadía del Sacromonte (Granada), donde manifesta su especial sensibilidad para estos temas.

Esta escultura delata también una profunda huella del arte de los maestros granadinos Alonso Cano y Pedro de Mena, en lo que concierne en la preferencia por los colores monocromos y planos según la tradición granadina introducida por el racionero Cano, y la labor de adelgazamiento de la madera que equipara al autor a otros maestros en esta habilidad, como es el caso de Mena.

Tampoco fueron ajenas a Peral las evocaciones al arte de Risueño, como podemos ver en el San Miguel del templo de los santos Justo y Pastor, el San Juan Bautista del Monasterio de la Concepción o en la citada Inmaculada del Sacromonte, que en principio también se consideró obra de Risueño.