En la visita que Mariano Benlliure realizó en 1935 a la ciudad de Tarifa, el célebre escultor catalogó la imagen del Cristo de la Salud como una obra de Pedro de Mena. Sin embargo, un estudio riguroso de la escultura, cuyo estilo y concepción son plenamente barrocos, permite ver claramente cómo este crucificado tarifeño apenas guarda relación con la obra escultórica documentada del gran maestro granadino.

Otros autores han visto en ella caracteres formales propios de la escuela de Juan Martínez Montañés o de su discípulo Juan de Mesa, probablemente influidos por una datación equivocada que situaba a la talla en 1648. De nuevo un detenido estudio formal de la misma nos revela que nos hallamos ante un crucificado con los rasgos propios del barroco sevillano de la segunda mitad del siglo XVII. Recientemente, Moreno Arana lo ha atribuido a Ignacio López (Sevilla, 1658 - El Puerto de Santa María, Cádiz, 1718) por las semejanzas que posee con otras piezas relacionadas con dicho escultor, sobre todo el Cristo de la Buena Muerte de Arcos de la Frontera y el Santiago Apóstol del templo lebrijano de Santa María de la Oliva.

Fueron los investigadores sevillanos Patrón Sandoval y Espinosa de los Monteros quienes atribuyeron la imagen al escultor Felipe Martínez (Sevilla, hacia 1651-1700) o a su entorno más cercano. Felipe era hijo de Alonso Martínez, ahijado de José de Arce -ambos imagineros- y yerno del pintor Juan de Valdés Leal. Ambos expertos, en base a una manda testamentaria, restablecieron también su cronología en torno al año 1682, fecha que coincide con la ejecución por parte de Felipe Martínez del crucificado sevillano de las Siete Palabras, una efigie con la que el Cristo de la Salud guarda notables similitudes.

Asimismo, Patrón Sandoval y Espinosa de los Monteros aprecian el detalle de no unir la barba con la patilla en su modelado, lo que remite más bien a la escuela de Pedro Roldán, a la que seguramente pertenece el mencionado Ignacio López. Respecto al tallado del afilado mechón que cae sobre su hombro derecho, les recuerda al mismo que luce el Cristo de la Salud de la hermandad sevillana de San Bernardo, atribuido como hemos visto al entorno del flamenco José de Arce, padrino de Felipe Martínez.

Dicho mechón de cabello, que se encontraba mal ensamblado y erguido hacia arriba, fue devuelto a su posición original por Pedro Manzano cuando lo intervino entre 1999 y 2000. El restaurador también eliminó el leve ataque de insectos xilófagos que padecía la imagen, consolidó ensambles abiertos, repuso pequeñas piezas perdidas y limpió la policromía. Desde entonces la talla luce su aspecto original.

La imagen, en madera de conífera policromada, mide 178 cm de altura. Su ejecución es suelta y desenfadada, con un tratamiento naturalista y un modelado blando y algo simplificado que proporciona suaves transiciones de luz. Representa a Cristo pendiente de una cruz arbórea por tres clavos. Los pies están cruzados, la cabeza gacha, con los ojos y los labios abiertos. Lleva sudario resuelto con una técnica muy abocetada, anguloso y de pliegues amplios, sujeto por una doble cuerda que deja ver la anatomía desnuda de la cadera derecha.

Patrón Sandoval y Espinosa de los Monteros apuntan la posibilidad de que la iconografía representada sea la de un Cristo de la Sangre o Cristo como Fuente de la Vida. Ello explicaría por qué se representó al Cristo de la Salud como un crucificado aún vivo, con los ojos y la boca entreabiertos, y a la vez con la quinta llaga en su costado derecho, la herida de la lanzada sangrando abundantemente.

Desde su restauración la imagen luce una corona de espinas en cuerda de cáñamo, estucada y policromada al óleo, que fue realizada ex profeso por el escultor sevillano Juan Manuel Miñarro. Junto a la corona, el Cristo de la Salud estrenó en el año 2000 una nueva cruz arbórea tallada por el también sevillano Enrique Lobo Lozano, que es la que actualmente usa en su salida procesional en la tarde-noche del Martes Santo.