El arte de Bussy, al que no se le conocen discípulos directos, va a ser tímida e imperfectamente recogido por Nicolás Salzillo que intentará plasmar en sus figuras aquellos rasgos más patentes en la escultura del estrasburgués, su técnica en modelar la anatomía y su honda expresividad dramática.

Es en Murcia donde mejorará su inicial formación técnica y adquirirá calidad y personalidad artística, aunque ni sus mejores y más expresivas tallas, como puede ser las del Cristo de la Paciencia de la iglesia de Santa Catalina, lo acreditarían como un mediano imaginero que pasa completamente desapercibido en el contexto general del panorama escultórico español del momento, cuajado todavía de figuras tan representativas como Luisa Roldán, Duque Cornejo, José Risueño, y más tarde, su hijo Francisco Salzillo.

En el Cristo de la Paciencia se observa una dulcificación formal y, al mismo tiempo, un cuerpo seco, dramático, ensangrentado, con minuciosos detalles anatómicos, emparentado o dentro de la órbita de influencia del Cristo del Pretorio, obra tallada en 1699 por Nicolás de Bussy.

La escultura, de 90 cm de altura, se encuentra sentada tras la flagelación, soportando estoicamente la burla de sus verdugos. Según Sánchez-Rojas Fenoll, su realización queda a medio camino de la técnica de Bussy, de forma que la inexpresiva faz del Cristo de la Paciencia, dominada por la fuerte geometrización de los cabellos que la rodean, resulta vacía de ese patetismo que el estrasburgués sabía imprimir a las suyas. También las carnaciones de colores cetrinos, muy opacas, recuerdan claramente a las empleadas por Bussy.

Sin entrar en juicios críticos, Fernández Labaña enumera en sus estudios una serie de rasgos que permiten identificar sin dudas al Cristo de la Paciencia y otras piezas con la producción de Nicolás Salzillo, caso de las manos con los dedos corazón y anular mucho más unidos que el resto.