LA ICONOGRAFÍA DE SAN JOSÉ - PINTURA Y ESCULTURA (XII)
DIEGO DE MORA
26/02/2021
Foto: José Carlos Madero López |
La figura del escultor e imaginero granadino Diego de Mora (1658-1729) ha concitado la atención de la historiografía desde antiguo, siempre como una figura válida pero a la sombra del primogénito y escultor José de Mora. Mientras Ceán Bermúdez o Gallego y Burín comentan el mayor mérito de José frente a Diego; autores posteriores, más justamente, inciden en las notas diferenciadoras: una visión más pintoresquista y sencilla de la realidad, mayor blandura de modelado y un barroquismo más amable. De la casi marginalidad, Diego de Mora ha pasado a tener un valor crucial para el Barroco granadino de la mano de la reciente tesis doctoral que le ha dedicado Palomino Ruiz, un riguroso y acertado estudio en sus aportaciones documentales, corpus bibliográfico y manejo en el terreno del atribucionismo. En ella se presenta un razonado catálogo de 19 obras documentadas y más de 100 atribuciones, lo cual, por mucho que varias puedan ser discutibles, da una cabal idea del amplio horizonte productivo de su taller. Importante es la mención documental a un encargo programático para el crucero de la iglesia del convento granadino del Corpus Christi: entre 1723 y 1724 recibió Diego 2.062 reales por las imágenes de San Alipio, San Guillermo, San Juan de Sahagún, Santo Tomás de Villanueva y San Nicolás de Tolentino, de las que solo se conserva la última de ellas. Esto permite reforzar la atribución de otras imágenes en el convento del Corpus Christi, hoy sede de la Parroquia de Santa María Magdalena, como la excelente efigie de San José en la capilla mayor, una obra que en 1702 costó 1.650 reales a devoción de la priora sor Antonia de la Madre de Dios. El San José da inicio a la conformación de un modelo característico propio. Escultóricamente da inicio en 1702 con la imponente talla de San Antonio de Padua realizada para el extinto convento alcantarino de San Antonio y San Diego de Granada, hoy en la Basílica de las Angustias de dicha ciudad. En la misma fecha se entrega, como hemos apuntado, el atribuido San José al convento del Corpus Christi (actual La Magdalena) de Granada. La casi mimética resolución y ejecución con la imagen anterior permiten hacer una atribución firme sin lugar a dudas, ya que la documentación existente omite el destinatario de los 1650 reales que la comunidad costeó, además de que esta sería la primera obra del amplio elenco que estas monjas encargasen a Diego de Mora. El San José, por tanto, daría lugar a nueva etapa que comienza con el cambio del siglo XVII al XVIII, desarrollando Diego de Mora una importante evolución que le llevaría a su época de madurez productiva y así lo acompañaría hasta el final de sus días. Tras el peso que tuvieron los modelos de su padre Bernardo y sobre todo de su hermano José, los cuales acaparan casi por completo el ideario creativo de Diego desde 1680 hasta 1702, entramos así en una etapa de transición a la que pertenece la obra que nos ocupa, que finaliza en 1715, cuando la estética de sus rostros torna hacia formas más delicadas y elegantes. Una evolución estilística que se manifiesta ya visiblemente definida en 1718 y que se mantendrá hasta el final de su producción artística. |
FUENTES CRUZ CABRERA, José Policarpo. "La sugestión de un escultor regio en el barroco granadino: Bernardo y Diego de Mora", en AA.VV. El triunfo del barroco en la escultura andaluza e hispanoamericana, Universidad de Granada, 2018, pp. 214 y 220. PALOMINO RUIZ, Isaac. "Un escultor granadino coetáneo a Francisco Hurtado Izquierdo: Diego Antonio de Mora López", en AA.VV. El legado inequívoco de una época: "Especial homenaje a Francisco Hurtado Izquierdo", Asociación para la investigación de la Historia del Arte y el Patrimonio Cultural "Hurtado Izquierdo", Granada, 2019, pp. 174-178. |
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