Labrada en madera por encargo de Pedro Juan de Molina, ministro general de la orden seráfica, esta imponente escultura de tamaño superior al natural estaba destinada a presidir la capilla que se había dedicado al santo en la iglesia del convento alcantarino de la Madre de Dios del Rosario, en Vila-real (Castellón). La edificación de este nuevo espacio cultual se desarrollaría entre 1764 y 1765, prolongándose hasta 1768 la decoración pictórica de la bóveda, a cargo del pintor José Vergara, hermano del escultor. Tal intervalo temporal sirvió a Ana María Buchón Cuevas para ajustar finalmente la fecha de su ejecución, que sitúa próxima a 1765.

La talla, que en palabras de Antonio Igual Úbeda constituye la más lograda representación de exaltación mística salida de su autor, presenta al reformador de la orden franciscana semiarrodillado, con los brazos abiertos y la mirada elevada, conforme a la reiterada iconografía en la que se muestra adorando la cruz, atributo que se yergue a su derecha. El virtuoso y detallado estudio fisonómico parte de lo descrito por Santa Teresa de Jesús en la caracterización literaria del santo, a quien atribuye un rostro enjuto y demacrado "como raíces de árbol". Este afán de verosimilitud se hace igualmente visible en la cuidada imitación del grueso paño del hábito, reproduciendo la densidad de tramas y urdimbres o la tosquedad de los remiendos en el propio aparejo, sobre el que se aplicó una capa parduzca.

La escultura del santo sería salvada de la destrucción de la iglesia conventual en 1936, hallándose tras la contienda en el puerto de Cartagena, desde donde iba a ser enviada al exterior; había perdido la peana original con uno de los pies y los atributos de la calavera y la cruz, encargándose en 1950 al escultor Julio Fuster la restitución de tales elementos, tras lo cual sería devuelta al culto en el nuevo templo dedicado a San Pascual Bailón, ubicado en el solar del antiguo cenobio alcantarino.

Notable resulta la deuda formal de la obra que nos ocupa con la que, de similar temática, tallase en mármol Francisco Vergara Bartual (primo de Ignacio Vergara) para la Basílica de San Pedro del Vaticano, conocida por nuestro artífice a través de la serie de doce estampas con los fundadores de las órdenes religiosas que ocupan la basílica Vaticana, y que se citan entre sus pertenencias al morir.

Así mismo, Andrés de Sales Ferri Chulio atribuye a Vergara Bartual una serie de dibujos de San Pedro de Alcántara conservados en la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, que considera punto de partida en la realización de la escultura villarrealense, contradiciendo la atribución de éstos a José Vergara que inicialmente plantease Adela Espinós Díaz. En cualquier caso, el débito formal manifiesto entre la obra de ambos hermanos y la cantidad de modelos romanos y napolitanos importados y difundidos en tierras valencianas a través del dibujo y el grabado, responde a cuáles fueron los referentes plásticos de los que parten la propia escultura y las pinturas murales que ornamentaron su capilla.