Esta singular representación pictórica se atribuye al pintor quiteño Antonio Salas (1784-1860), considerado el más exitoso artista de su época en Ecuador. Fue vendida en el mercado del arte hace once años a través de una subasta pública que la casa estadounidense Kodner (Dania Beach, Florida) celebró el 24 de abril de 2013. Pintada al óleo sobre lienzo, luego transferido a tabla, mide 80 x 55,8 cm.

Llama la atención en una escena que suele representar a Cristo en solitario -a excepción ocasionalmente de los verdugos o, en el caso de artistas como Velázquez o Murillo, de figuras angélicas y alegóricas- muestre en este caso una simbología tan abundante como peculiar, pues junto con los querubines llorosos que lamentan el tormento de Jesús y recogen su sangre como fuente de vida, hay que sumar la representación en la zona superior de Dios Padre, dispensando con su cetro la gracia divina, y en mayor segundo plano, dos escenas previas a la flagelación: la negación del apóstol Pedro arrepentido y una curiosa representación del Redentor preso, tras las rejas de una celda a la que se accede por una escalinata, siendo visitado por la Virgen, que, arrodillada, reza por su destino.

Aunque las obras más conocidas de Salas son civiles y constituyen los retratos de los generales que participaron en los procesos de independencia de Quito, el pintor nunca pudo, supo o quiso abandonar del todo el lenguaje plástico propio de la práctica decorativa del Barroco. Ni siquiera en dichos retratos, anteponiendo los modos de la pintura religiosa barroca sobre un débil asimilación del retratismo neoclásico.

Lo anterior se debe a que la mayoría de sus encargos fueron religiosos, desde los sectores públicos o privados. Por ello, tanto Salas como muchos otros pintores decimonónicos quiteños guardaron celosamente en sus talleres decenas de grabados antiguos, de los cuales seguían reproduciendo imágenes, así como cuadros, esculturas o marcos coloniales. Ello puede considerarse un incipiente coleccionismo particular, cosa que puede observarse en el mismo inventario de los bienes de Antonio Salas realizado en 1824.