ARTE EN EL VIA CRUCIS MAGNO. SEVILLA 2013 - ESTACIÓN VIII
JESÚS ES AYUDADO POR EL CIRINEO A LLEVAR LA CRUZ
Sergio Cabaco y Jesús Abades
Esta emblemática imagen de la escuela sevillana de escultura es una de las obras más celebradas del maestro jiennense Juan Martínez Montañés (Alcalá la Real, 1568 - Sevilla, 1649), a pesar de seguir siendo una atribución sin documentación irrefutable. Debe situarse esta obra, marcada por un claro clasicismo, como una pieza clave para entender la iconografía del Nazareno desde entonces hasta nuestros días. Jesús de la Pasión, titular de la hermandad de penitencia que lleva su nombre, está fechado entre los años 1612 y 1615. En el año 1619, el escultor Blas Hernández Bello concertó para Los Palacios (Sevilla) la talla de un Crucificado, gracias a lo cual se pudo determinar la cronología del Nazareno de Pasión, puesto que en dicho contrato se impone a Hernández Bello como condición que la corona de la efigie fuera "de la materia y hechura de la que tiene el Cristo Nazareno de la Cofradía de la Pasión dentro de la Merced". El Nazareno conmueve por el sentimiento de pesadumbre que envuelve la efigie, así como por la fuerza y nobleza del rostro. Es imagen procesional, de vestir, de forma que tiene labrados la cabeza, las manos y los pies; el resto es un maniquí articulable con objeto de que pueda recibir culto en dos ademanes: en posición de Nazareno cargando la cruz sobre el hombro izquierdo y con las manos recogidas sobre el pecho en acto de meditación. El artista logra una calidad divina en algo de por sí real, un ejemplo de virtuosismo en el que, entre otros méritos, logra penetrar con la gubia para separar los ensortijados mechones. No hay crispación alguna en su portentoso semblante, que invita a la meditación y a la compasión. Todos sus rasgos provocan que el espectador se sienta sobrecogido ante tal derroche de ternura y resignación: las cejas apenas fruncidas dibujando un contenido mapa de arrugas en la frente, los párpados que caen pesadamente dejando los ojos semicerrados, los acusados pómulos y el aguileño corte de la nariz y, sobre todo, la boca de labios entreabiertos que parece emitir un tenue gemido, permitiendo la visión de la lengua y de los dientes. Los brazos tienden con suma delicadeza hacia el madero, quedando la mano derecha más elevada que la contraria. Destaca el apurado tratamiento anatómico de sus tendones y vasos sanguíneos. Apenas rozan las yemas de los dedos el patibulum, de tal manera que toda la carga reposa sobre el hombro izquierdo, provocando que la cabeza se gire hacia la diestra y comience a reclinarse. Martínez Montañés volvió a sentar un precedente en la estatuaria sacra del país con un Jesús ingrávido y solemne pese a las humillaciones sufridas y a la carga del pesado madero. Con este tipo de obras la mayoría de los imagineros convierten también la ciudad en marco de la escultura en relación con los pasos de Semana Santa, imágenes -de la Pasión de Cristo, la Dolorosa, Cristo con la Cruz- que no tienen sentido en las salas de un museo o una iglesia, donde son figuras dormidas, silentes, cuyo despertar llegará cuando en Semana Santa salgan al mundo exterior y entren en contacto con la piedad popular. Sin embargo, para Joaquín y Raimundo Cruz Solís, restauradores del Nazareno en el año 1996, seguramente Martínez Montañés, conocedor del comportamiento de las tensiones de la madera, no concibió nunca esta escultura para salir en procesión, ya que el equilibrio y la sutileza que exhibe -apoyada solamente con el pie izquierdo y apenas sobre el derecho-, son más idóneos para la contemplación en su camarín de la Colegiata del Salvador que para sufrir los movimientos de toda una estación de penitencia. En definitiva, este icono de tamaño natural (mide 160 cm de altura), labrado en cedro policromado -al que habría que situar en relación con la obra de Martínez Montañés para el Monasterio de San Isidoro del Campo de la localidad sevillana de Santiponce-, responde a la teología cristológica y a la pastoral postridentina. Ha sido intervenido en numerosas ocasiones: en 1841 por Cesáreo Ramos, quien repuso un dedo de una de las manos; en 1900 por Manuel Gutiérrez Reyes para resanar el muslo izquierdo; en 1916 por Carlos González de Eiris, quien talló un trozo de la cabellera y restauró dos dedos, y en 1974 por Francisco Peláez del Espino. La restauración más laboriosa fue la mencionada del año 1996, llevada a cabo en las dependencias del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH), donde limpiaron y fijaron la policromía, eliminaron repintes y pátinas artificiales, suprimieron varios elementos metálicos que afectaban a la estabilidad de la imagen, reforzaron los ensambles de la talla y su sujeción a la peana mediante el uso de espigas de cedro y fresno, resanaron las articulaciones de hombros y codos, y restañaron grietas aparecidas en las manos. El óptimo grado que alcanzan las perfecciones artísticas del Nazareno (dibujo, modelo, talla y policromía) se ve realzado aún más en el desfile del Jueves Santo gracias a un espléndido paso procesional proyectado y ejecutado en estilo neobarroco por el orfebre Cayetano González (1940-1949), en plata de ley, madera dorada y marfil. Los trabajos de eboraria fueron ejecutados por Juan Kiernan. Fue restaurado entre los años 2000 y 2004 por los Hermanos Delgado (la platería) y Francisco Enrique Guzmán Lora (la imaginería), siendo dorado de nuevo por el taller Artesanía del Dorado Hermanos González (los respiraderos) y Sobrino de Antonio Díaz Fernández (el canasto). Se alumbra por cuatro faroles de sección octogonal en sus esquinas. Desde sus inicios la Hermandad de Pasión representó el momento en que Jesús es ayudado por el Cirineo a cargar el pesado leño hasta el Monte Calvario. Consta que en 1950 la corporación adquirió una cabeza y una mano atribuidas a Juan de Mesa, discípulo de Martínez Montañés, para confeccionar una figura de Simón de Cirene. El resto del cuerpo fue iniciado por José Manuel Rodríguez Fernández-Andes y concluido por Luis Ortega Bru, corriendo la policromía a cargo de Juan Miguel Sánchez. Dicha figura fue reemplazada por una magnífica talla completa de Sebastián Santos Rojas (1968-1969), injustamente apartada de la procesión desde el año 1974 -en opinión del hijo de Santos Rojas, el también escultor Sebastián Santos Calero-, la cual figura sobre peana de 15 x 92 x 51 cm, mide 157 cm de altura y ha sido restaurada por Enrique Gutiérrez Carrasquilla (2011). |
Fotografía de Roberto Villarrica para www.fotoscofrades.com
FUENTES: Con información del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH), Francisco Javier González Montero y Rafael Martín Hernández (ver enlace); RODA PEÑA, José. "La imagen del Señor de Pasión y su significación artística", publicado en Pasión, nº 44, Sevilla, 2012, p. 33; MARTÍN GONZÁLEZ, Juan José. "El arte procesional del barroco", publicado en Cuadernos de Arte Español, nº 95, Madrid, 1991, p. II; TRIADÓ, Joan Ramon. "El arte manierista, barroco y rococó. 1527-1780", publicado en Ars Magna, tomo VIII, Barcelona, 2011, p. 138; HERNÁNDEZ DÍAZ, José. "Juan Martínez Montañés", publicado en Arte Hispalense, nº 10, Sevilla, 1992, p. 130; LÓPEZ MARTÍNEZ, Celestino. "Historia breve de la Archicofradía Sacramental de Jesús de la Pasión. Estudio Documental", publicado en Calvario, Sevilla, 1956, s.p. |
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