ARTE EN EL VIA CRUCIS MAGNO. SEVILLA 2013 - ESTACIÓN XI
CONVERSIÓN DEL BUEN LADRÓN
José Carlos Pérez Morales
La Hermandad y Cofradía de Nazarenos del Santísimo Cristo de la Conversión del Buen Ladrón y Nuestra Madre y Señora de Montserrat fue fundada a finales del siglo XVI, aunque no será hasta el 10 de abril del año 1601 cuando dispongamos de sus primeras Reglas. La organización interna fue consolidándose con el tiempo al igual que ampliándose su patrimonio; de hecho, el 5 de mayo del año 1619, se encarga al escultor Juan de Mesa y Velasco "una hechura de Xpo. Nuestro Señor Crucificado, de madera de cedro de las Indias, de la estatura natural, que tenga nueve cuartas de alto desde la punta de los pies hasta la cabeza, quedando en la postura de vivo hablando con el buen ladrón clavado en la cruz y según la traza que para esto se me ha dado". El precio se convenía en 1.100 reales. El 24 de enero de 1620 otorgaba la carta de finiquito, confirmando documentalmente la hechura y entrega de la obra contratada. Este segundo Crucificado es muy distinto que el anterior -realizado para la cofradía sevillana del Amor-, tanto material como conceptualmente: sus dimensiones son mayores que el natural (llega a alcanzar los 192 cm de altura), y en cuanto a composición, comienza a separarse de su maestro Juan Martínez Montañés y propugna novedades como la colocación de los brazos, casi paralelos al madero; aspecto que quizás vendría determinado por el pasaje a representar. Al tratarse de un Cristo vivo, no pende sino se erige sobre la cruz, con quiebro curvilíneo centrado en las caderas en un afán de supervivencia. En opinión del historiador José Hernández Díaz, Mesa debió tener muy presente al componer esta obra el famoso Crucificado de la Expiración que Marcos Cabrera realizó para la Corporación del Museo en el año 1575, inserto en el manierismo premontañesino. Asimismo, podemos contemplar un cambio en el sudario o perizoma de esta obra mesina: cordífero, de gran dinamicidad barroca, con triángulo ante el pubis y encima fuerte diagonal. Su paño de pureza parece presentar analogías con el del Cristo de los Pobres, ejecutado por Juan Bautista Vázquez el Viejo y conservado en la parroquial de Santa María Magdalena de Sevilla. Su expresión es fuerte aunque denota ese cierto halo de misericordia, pues no olvidemos que abre las puertas del Paraíso a San Dimas, el Buen Ladrón. La iconografía y sus valores anatómicos y artísticos manifiestan que Mesa crea un tipo de Crucificado distinto del montañesino, que posteriormente repetirá en el de Cristo de la Misericordia para Bergara (Gipuzkoa). Como toda innovación ofrece titubeos, es una solución no madurada totalmente; sin embargo, el empeño no es sólo destacable sino plausible. El Cristo de la Conversión del Buen Ladrón es una obra importante y de indudable interés. Como ocurrió frecuentemente con obras de los discípulos de Martínez Montañés -Juan de Mesa y Francisco de Ocampo, por ejemplo-, el historiador Antonio Palomino atribuye este Crucificado al maestro de Alcalá la Real (Jaén): "también en la capilla de Montserrat, sita en el Real Convento de San Pablo de aquella ciudad, hay un calvario de su mano (figuras del natural) donde Crizto Señor nuestro le habla al Buen Ladrón, que parece que se le puede escuchar la voz". Sin embargo, sería Adolfo Rodríguez Jurado quien, en el año 1919, sacaba a la luz el nombre de Mesa en relación con este imponente Crucificado y su Dolorosa Madre que lo acompaña. Veinticuatro años más tarde, en la revista Calvario, se publicaba la carta de finiquito. En el año 1851, la imagen fue restaurada por el escultor sevillano Gabriel de Astorga, el cual vuelve a encarnarla y le coloca los ojos de cristal, lo que hizo que este magnífico Crucificado no conservara su primigenia expresión magistral; aunque, sin embargo, puede contemplarse todavía en su rostro la plenitud de la unción sagrada que Juan de Mesa le impuso. Ya en el siglo XX, la imagen se restaura en 1928. Cuarenta años después, el escultor carmonense Francisco Buiza interviene en la corona de espinas. Vuelve a restaurarse en el año 1983, esta vez de manos de José Rodríguez Rivero-Carrera, actuando como asesor José Hernández Díaz. El escultor limpió la policromía, eliminó repintes, consolidó la talla y realizó una nueva cruz de sección cilíndrica y arbórea, restaurando así con acierto la efigie del Crucificado. Además de San Dimas, el Cristo aparece acompañado en el paso procesional por Gestas. Ambos están crucificados y fueron modelados en telas encoladas y policromadas por Pedro Nieto (1628). En 1997 los restauró Rivero-Carrera. También figura una imagen de Santa María Magdalena, arrodillada a sus pies para recoger con un cáliz para recoger la sangre del Maestro. Esta última fue antaño una efigie de Santa Inés de Monte Policiano, fechada por el historiador José Roda Peña en 1726 (RODA PEÑA, José. "Nuevas noticias sobre la Magdalena de Montserrat", en Boletín de las Cofradías de Sevilla, nº 482, 1999, pp. 30-32). Las neobarrocas andas, talladas en el año 1944 por Antonio Girón, llevan labores de carpintería realizadas por José Huertas Balbuena, así como esculturas de ángeles y relieves labrados por el diseñador del paso, Rafael Lafarque. Se alumbra por candelabros de guardabrisas, tallados recientemente por Francisco Verdugo, autor también de las jarras. El dorado actual es de Artesanía del Dorado de los Hermanos González.
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Fotografía de Roberto Villarrica para www.fotoscofrades.com
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