ARTE EN EL VIA CRUCIS MAGNO. SEVILLA 2013 - ESTACIÓN X
JESÚS ES CRUCIFICADO

Jesús Abades


 

 

Entre julio de 1996 y febrero de 1997, la imagen de Jesús de las Penas sufrió una importante restauración en el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH) bajo la dirección de los hermanos Joaquín y Raimundo Cruz Solís. El 19 de diciembre de 1996 se le realizó una exploración interna mediante el uso de la endoscopia, descubriéndose un antiguo documento que rezaba la siguiente leyenda: "En la çiudad de Seuilla Año de mill y feiscientos y çinquenta y çinco; gouernando la silla Apoftolica nueftro muy Santo Padre Alexandro feptimo defte nombre, y afimismo Reynando en efpaña nueftro catholico Monarcha Philipo quarto de efte nombre; y hizo efte Sancritsimo Chrifto d las penas Jofeph de Arze, de naçion Flamenco parauna cofradia deltitulo delas penas de Chrifto nueftro Señor y triunpho dela Cruz, que lafundo en Triana Diego Granado y Mosquera elaño de 1644".

Dicho hallazgo documental, de dimensiones comparables a los encontrados en Sevilla por el escultor Agustín Sánchez-Cid Agüero al restaurar las imágenes de los Crucificados de la Fundación y del Calvario, no solo suponía conocer la paternidad de una obra hasta entonces de autoría confusa, sino también dar un vuelco en el catálogo del artista flamenco José de Arce, al que hasta ese momento no se le conocía obra autógrafa en madera policromada ni obra realizada para una cofradía sevillana.

La imagen, titular de la Cofradía de la Estrella, que hace su estación de penitencia el Domingo de Ramos, fue esculpida en madera de cedrela con una altura de 148 cm. Representa a Jesús sentado sobre una peña y esperando en el Calvario a que concluyan los preparativos de la Crucifixión. En realidad, se trata de una variante de la iconografía del Cristo de la Humildad y Paciencia, cuyo origen se encuentra en los grabados de la Pasión de Jesús del también flamenco Alberto Durero (1510-1511); solo que, en este caso, Cristo no aparece afligido y meditabundo, caso de la talla que procesiona la cofradía sevillana de la Sagrada Cena, sino clamando angustiado al cielo y con las manos entrecruzadas, en actitud orante.

El Cristo de las Penas presenta una larga cabellera recogida hacia atrás, dejando al descubierto ambas orejas. La barba es bífida y, al igual que el cabello, posee un compacto modelado. Carece de corona de espinas, llevando una superpuesta para el culto interno en ocasiones excepcionales. El rostro, de rasgos hebreos, muestra el entrecejo fruncido en señal de dolor, perfil recto, y los ojos y las pestañas pincelados sobre la talla. El iris es de un sugestivo color miel. La boca, abierta para expresar la súplica al Padre antes de que el sacrificio en la cruz se consume, muestra claramente los dientes superiores tallados.

El paño de pureza se representa con un lienzo que cubre con varias vueltas la cintura. Las señales del martirio se concentran mayormente en la frente, espalda y hombro izquierdo, rodillas y antebrazos, como consecuencia de la corona de espinas, los azotes y las caídas camino del Calvario, respectivamente. La trigueña policromía ha sido aplicada mediante técnica oleosa. La peana, realizada, al igual que la peña, imitando la pedregosa colina del Gólgota, presenta el curioso detalle de tener labrada una pequeña flor ante los pies descalzos del Varón.

En definitiva, una excelente obra que sitúa a la imaginería procesional en la esfera del arte mayor y uno de los mejores exponentes para conocer la obra de un escultor, cuyo descubrimiento y justa apreciación de su trayectoria tuvieron lugar prácticamente a raíz de la mencionada restauración. Sin la renovadora aportación de Arce a la escultura religiosa andaluza no podría entenderse la posterior evolución de maestros consagrados como Roldán o Ruiz Gijón, ni, en definitiva, el barroco sevillano imperante en la segunda mitad del siglo XVII.

Consta que la imagen ha sido restaurada en varias ocasiones. Fue intervenida en 1920, aunque se desconoce el autor y el alcance de la restauración. Francisco Peláez del Espino la restauró en 1977, y la muerte de Luis Ortega Bru, quien iba a reparar la pátina de la talla en 1982, hizo que esta intervención fuese concluida por el dorador Manuel Calvo Camacho. Por último, como hemos mencionado antes, fue objeto de una ejemplar restauración por el IAPH entre 1996 y 1997, descubriéndose su fecha y autoría. Dicha intervención consistió básicamente en subsanar los daños ocasionados por la actuación de Peláez del Espino, quien perforó varias de sus zonas para la introducción de espigas de madera y elementos metálicos que consolidaran el soporte, siendo los agujeros rellenados con pasta sintética y cubierta ésta con burdos repintes artificiales. Todo ello resultó bastante perjudicial para la obra, que presentaba numerosas grietas, fisuras y levantamientos de la policromía en las partes perforadas. Ante ello, el IAPH decidió eliminar todos los elementos metálicos exógenos y sustituirlos por piezas de madera, así como eliminar las antiguas espigas, instaladas en el vacío, y resanar posteriormente los agujeros, eliminando también la pasta sintética que los tapaba. Finalmente, se estucaron las lagunas existentes, se llevó a cabo una reintegración cromática invisible con materiales reversibles -manteniendo los desgastes en los pies producidos por los besos y roces de los devotos- y se limpió superficialmente la escultura.

Las figuras secundarias que acompañan al Cristo en su desfile procesional representan a dos sayones rifándose la túnica de Jesús y a un pretoriano contemplando la escena. Afortunadamente siguen conservándose las labradas por el prolífico taller sevillano de Antonio Castillo Lastrucci (1952), las cuales fueron reformadas por Jesús Domínguez Vázquez (1972) para sustituir las telas encoladas que las recubrían por vestiduras naturales.

El paso procesional es una interesante obra neobarroca de Antonio Martín Fernández (1980). Fue dorado por Manuel Calvo Camacho en el año 2002. Lleva cartelas y pequeñas esculturas de profetas, ángeles y evangelistas, todo ello labrado por el escultor gaditano Luis Ortega Bru. Se alumbra con candelabros de guardabrisas.

 

Fotografía de Roberto Villarrica para www.fotoscofrades.com

 

FUENTES: Con información extraída de la memoria de intervención elaborada por el Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico (IAPH); V.V.A.A. "La restauración científica", publicado en Arte y Artesanos de la Semana Santa de Sevilla, colección de El Correo de Andalucía, Sevilla, 2000.

 

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