ARTE EN EL VIA CRUCIS MAGNO. SEVILLA 2013 - ESTACIÓN XII
JESÚS EN LA CRUZ CON LA VIRGEN Y SAN JUAN
Sergio Cabaco y Jesús Abades
Gracias a las investigaciones del historiador Antonio Torrejón Díaz, publicadas en el año 2003, se identificó la imagen del Cristo de las Siete Palabras con el Crucificado contratado por el escultor Felipe Martínez con la extinguida cofradía sevillana del Cristo de la Sangre, cuya sede estaba en la Iglesia Conventual de San Francisco de Paula. Se confirmaba así la pertenencia de la hechura al siglo XVII, propuesta por el archivero Antonio Hernández Parrales en 1965, la cual fue puesta en duda doce años más tarde por José Hernández Díaz al atribuirla al quehacer del abulense Jerónimo Hernández y fecharla a finales del siglo XVI. En el año 1994 José Miguel Palomero Páramo apuntaba que estábamos ante una obra barroca próxima al taller de Pedro Roldán y la situaba de nuevo en el XVII, concretamente en la segunda mitad del siglo. Efectivamente un detenido estudio formal de la obra, realizada en el año 1681, revela que nos hallamos ante los rasgos propios del barroco sevillano de la segunda mitad del Seiscientos: técnica de ejecución desenfadada y suelta; blando y simplificado modelado; sudario abocetado, escueto y cordífero; rostro de afilados perfiles, y cabellera y barba tratadas a base de amplios golpes de gubia que dibujan compactas masas. Hijo de Alonso Martínez y ahijado de José de Arce, ambos escultores, y yerno del pintor Juan de Valdés Leal, por el momento solo dos tallas marianas conforman, junto al Cristo de las Siete Palabras, la escasa nómina del artista hispalense Felipe Martínez: la Virgen de Europa (1686) que recibe culto en la Iglesia de San Martín (Sevilla) y la Inmaculada Concepción (1676), venerada en la Parroquia de San Juan Bautista del municipio onubense de San Juan del Puerto. Frente a la dinámica composición que Torrejón Díaz advierte en la efigie del Crucificado, la Inmaculada Concepción presenta elementos estilísticos que recuerdan las maneras del granadino Alonso Cano, más gráciles y delicadas que las de Roldán y sus coetáneos como bien han apreciado los historiadores Juan Miguel González Gómez y Manuel Jesús Carrasco Terriza. Felipe Martínez nació en el año 1651; por tanto, la Inmaculada es todavía una obra de juventud, influida por el estilo paterno que forjaría su formación y todavía un tanto alejada de los preceptos del barroco dinámico que, quizás por un probable aprendizaje en el taller de su padrino, el autor posteriormente asumiría. La actual advocación del Crucificado, en origen representado muerto, recuerda la tradición de las "Siete Palabras" pronunciadas por Jesús en la cruz, cuando se dirigió a su Padre y a los que le rodeaban. En concreto recrea la Tercera Palabra; preocupado por la soledad en que quedaba María, dirigiéndose a ella le dijo: "Mujer, ahí tienes a tu hijo", refiriéndose a San Juan Evangelista (Jn 19, 26-27). Clavado por tres clavos al arbóreo madero -tallado en el año 1990 por Juan Mayorga-, mide 163 cm de altura y posee una anatomía de carácter naturalista. Fue intervenido en el año 1881 por Emilio Pizarro de la Cruz para adaptarlo a su nueva apariencia de Cristo vivo, tapando la llaga del costado y policromándolo de nuevo en tonos menos cruentos. Posteriormente ha sufrido numerosas restauraciones: de nuevo por Pizarro en 1896 para colocarse pestañas postizas; en 1948 por Germán Rodríguez Tovar con el fin de ajustar la cogida a la cruz; en 1971 por Manuel Escamilla, quien colocó nuevas pestañas y fijó los ensambles de los brazos; entre 1991 y 1992 por Enrique Gutiérrez Carrasquilla y Pedro Manzano Beltrán, quienes, entre otras actuaciones, suprimieron las pestañas postizas, limpiaron la policromía, reajustaron ensambles y establecieron un nuevo sistema de cogida a la cruz; y, por último, fue restaurado de nuevo por Manzano en 2007 y 2009 para restañar grietas, limpiar y fijar la policromía, reintegrar lagunas, consolidar su estructura y eliminar un ataque de microorganismos descubierto a la altura del perizoma. La efigie mariana que figura en el misterio, titulada María Santísima de los Remedios, es obra de Manuel Gutiérrez Reyes, autor también de las imágenes de Santa María Magdalena, Santa María Salomé y Santa María Cleofás -cuya mascarilla fue rehecha en 1935 por Antonio Castillo Lastrucci- que aparecen a los pies del Cristo (1865-1866). San Juan Evangelista es obra de José Sánchez (1864) y, al igual que las anteriores, fue concebida como una escultura de vestir. La Virgen, con mascarilla modelada en pasta y telas encoladas -siendo el resto de madera-, fue intervenida en 1949 y 1952 por Rodríguez Tovar para modificarle la cabeza hasta dejarla en posición frontal, y en 1992 por Jesús Curquejo, quien hizo nuevo candelero y le devolvió el giro original de la cabeza hacia arriba y hacia la izquierda para mirar al Crucificado. San Juan fue restaurado por Emilio Pizarro (1875) para colocarle ojos de cristal; por José Sanjuán Navarro (1948) para añadirle pestañas y lágrimas; en 1992 por Jesús Curquejo para sustituir el primitivo candelero por un cuerpo anatomizado -dándole mayor altura-, reemplazar brazos y peana, y colocarle bigote y perilla postizos de madera y un par de mechones en la parte superior de la frente; y entre 2012 y 2013 por Pedro Manzano para, principalmente, consolidar ensambles, sustituir brazos y peana, eliminar un ataque de xilófagos en los pies, y eliminar repintes y los postizos de la intervención anterior. Respecto a las Tres Marías, a la intervención de Castillo Lastrucci antes mencionada hay que sumar las del propio autor, quien restauró una sin identificar en 1878; las de Pizarro entre 1896 y 1921 -fundamentalmente para reponer lágrimas y pestañas, lo mismo que haría Antonio Infantes Reina en 1921-; Rodríguez Tovar (1947 y 1949); Serafín Jiménez Pérez (1963); Manuel Escamilla (1966 y 1967), y María Teresa Real Palma (2000-2001), quien, al igual que Manzano y Carrasquilla, intervino en la hermandad con criterios científicos para, entre otros trabajos, colocarles nuevos candeleros, recuperarles sus manos originales, y retirar estucos y repintes. Las andas procesionales son de estilo neobarroco: el canasto es de Ricardo Reguera (1881), según un diseño de Joaquín Díaz Montero -ampliado en altura por Manuel Peralta (1966) mediante la incorporación de un baquetón-, y los respiraderos son de Francisco Vélez Bracho (1931), enriquecidos por Ángel de la Feria (1995). Llevan en las esquinas cuatro ángeles estrenados en el año 1923, alzados sobre peanas doradas de Ángel de la Feria (1999), autor también de las maniguetas (1995). Se alumbran por seis candelabros de guardabrisas. Los faldones de damasco rojo poseen bordados en oro del taller de Fernández y Enríquez (2009). |
Fotografía de Roberto Villarrica para www.fotoscofrades.com
FUENTES: TORREJÓN DÍAZ, Antonio. "El Crucificado de las Siete Palabras y el escultor Felipe Martínez", publicado en Boletín de las Cofradías de Sevilla, nº 530, 2003, pp. 219-221; CARRASCO TERRIZA, Manuel Jesús. La Escultura del Crucificado en la Tierra Llana de Huelva, Huelva, 2000, pp. 46 y 97; TORREJÓN DÍAZ, Antonio. "Real e Ilustre Hermandad Sacramental de Nuestra Señora del Rosario, Ánimas Benditas del Purgatorio y Primitiva Archicofradía del Sagrado Corazón y Clavos de Jesús, Nuestro Padre Jesús de la Divina Misericordia, Santísimo Cristo de Las Siete Palabras, María Santísima de los Remedios, Nuestra Señora de la Cabeza y San Juan Evangelista", publicado en De Jerusalén a Sevilla. La Pasión de Jesús, tomo III, Sevilla, 2005, pp. 378-382; RODA PEÑA, José. El Escultor Manuel Gutiérrez Reyes (1845-1915), Sevilla, 2005, p. 307; GONZÁLEZ GÓMEZ, Juan Miguel y Manuel Jesús CARRASCO TERRIZA, Escultura Mariana Onubense. Historia, Arte, Iconografía, Huelva, 1981, pp. 69-70; www.siete-palabras.com |
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